MÁS ALLÁ DE LAS APARIENCIAS...

Hoy haciendo memoria de María de Nazaret, de nuevo recordamos que el prestigio, las apariencias, las influencias, ni por extraño que nos parezca, el dinero, nos aseguran una vida cargada de sentido. La clave es otra. Con María, Dios aparece desde la sencillez y humildad como única carta de presentación. Quienes, como María, se enfrentan al mundo desde esa sencillez y humildad, son capaces de ir intuyendo lo profundo de la historia, de cada vida humana.

Somos mucho más que lo que aparentamos. Acostumbrados en esta sociedad de la información a reducirlo todo a datos, hemos de recordarnos que conocer la realidad, conocerla en profundidad, en su hondura, va más allá de los datos. Nos faltaría algo importante, la cercanía, el contacto personal, que nos permita superar lo superficial, e ir al fondo de las personas, de las historias, y no quedarnos con la primera lectura. 

"Lo esencial es invisible a los ojos..." nos recordaba el Principito. ¿Qué percibió esta chica joven, María, para asumir tan profundamente el proyecto de Dios?

Este recorrido no se puede hacer, por un lado, sin esa humildad que nos lleve a aceptar que todo no podemos llegar a saberlo, ni controlarlo. Por otro, sin esa sencillez que nos permita reconocer en el otro, ese terreno sagrado que da al hombre y la mujer esa dignidad única.

Esta doble experiencia, nos puede hacer descubrir, como a María, que somos seres habitados por ese amor incondicional de Dios. Y así uno, al estilo de María, puede comprometerse con su propia realidad, con su historia cotidiana, poniendo en juego todas sus entrañas, dejándose afectar, superando partidismos arcaicos, venciendo visiones superficiales de la vida, relativizando las críticas sin acritud y aprendiendo a permanecer en los momentos más difíciles... y todo porque, como María, sabemos de Quien nos hemos fiado. 

Él lo hace posible, despierta en cada uno esa confianza básica que nos devuelve una mirada generosa al mundo que habitamos. Gracias.