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lunes, 5 de marzo de 2018

¿ADMIRACIÓN O RECHAZO? DEPENDE DE TI

Nuestro" yo" es muy celoso de todo lo suyo. Tendemos a considerarnos en ciertas ocasiones indispensables, que deben tenernos siempre en cuenta, que "somos especiales", y por tanto, no pueden prescindir de uno. Todo esto alimenta peligrosamente nuestro ego, limitando seriamente el reconocimiento de la novedad.
El evangelio de hoy nos marca otro camino bien distinto: No centrarnos en el reconocimiento personal, sino en la admiración de la bondad que nos rodea. 
Es interesante caer en al cuenta de cuales son nuestras reacciones cuando alguien "toca" nuestros intereses. Ahí, es donde se nota desde donde nos movemos; desde nuestro "yo", o por el contrario, nos movemos descentrados y abiertos al mundo y a los cambios.
Si nos movemos permanentemente pensando en nosotros mismos y nuestros intereses, nos cerramos a toda novedad y oportunidad de cambio. Se limita nuestra capacidad de acogida, y por tanto, de sorpresa en nuestra vida.
Por eso Jesús, en este relato hace alusión a "la viuda de Sarepta" y al leproso "Naaman, el sirio", dos personajes que no formaban parte de Pueblo de Israel, no son "del pueblo elegido". Y a pesar de ello, en ellos sí se manifestó la bondad de Dios. Jesús quiere denunciar la cerrazón y ceguera de "quienes se sienten pueblo elegido", "especiales" cerrados en ellos mismos... Pero que no son capaces de reconocer los signos de bondad, que Dios nos regala cada día. 
Cuando nuestro ego crece desmesuradamente, nuestra capacidad de admiración, de apertura y acogida disminuye proporcionalmente. Y ésto, no nos gusta que nos lo digan a la cara. Preferimos que nos hagan la pelota, que nos regaloneen el oído, diciéndonos esas "cosistas" que tanto nos gustan oír.  
Pero aquellos que saben prestar atención plena a la vida, consciente y sin juicios hacia todo lo que ocurre, son capaces de anclarse en lo fundamental, y así, admirar y reconocer esa Bondad que se nos regala.
Es un ejercicio de humildad, que nos abre la ventana al otro, al distinto a mí, nos hace libres y abrirnos paso frente al rechazo y la incomprensión. Tener más estima al prójimo, que a uno mismo, abriéndose la puerta del descentramiento, la gratuidad, y una nueva forma de ver la vida, que nos permite reconocer esos signos de bondad. Gracias y feliz semana.

jueves, 10 de enero de 2013

EL DESCARO DE LOS LIBRES...

De quienes no se casan con nada ni nadie, de quienes son capaces de hacer opciones, sin medir sus consecuencias, de quienes dan razón de aquello que les mueve con esa transparencia, casi ingenua, aunque para algunos les parezca escandalosa, incluso molesta. ¿Usted conoce a alguien así?
Yo sí, soy afortunado. Ciertamente me desconcierta, en ocasiones me abruma, pero sobretodo, me engancha ilusionándome  por la vida, la mía y la ajena. Consigue hacerme ver que debajo de tanta mediocridad y fragilidad, se esconden esas semillas de bondad de las que brotan tantos gestos de generosidad y entrega cotidianos.
Yo sí que conozco a un tipo así, que se coloca siempre de la parte más débil, y que siempre está dispuesto acercarse a quien lo está pasando mal. Su agenda tiene prioridades, pero son otras, no como las mías, centradas en mis múltiples tareas para alimentar mi ego tan necesitado... Él sabe lo que es descentrarse y despreocuparse de opiniones, modas, campañas,... 
Este tipo, tiene el descaro de querer a cada uno como es, sin pedir nada a cambio. No busca ganancias, ni adeptos, ni club de fans,... solo quiere esa plenitud en ti y en mí,  que nos haga auténticamente felices. Este tipo nos quiere sencillamente libres, sin atadura alguna, para dejar brillar todo lo que llevamos dentro, esa libertad que nos permita renunciar en favor de quien más nos necesiten... y así, experimentamos que en las pequeñas gestas de cada día, vamos tejiendo esa vida, la tuya, la mía, la nuestra, cargada de buena noticia para quienes están a nuestro lado.
Este tipo descaradamente libre, nos puede tocar la vida, y si queremos, ampliar los colores con los matices nuevos de la justicia, la compasión,la presencia, la acogida o la solidaridad... Es entonces cuando descubrimos que esa libertad descarada, que en muchas ocasiones no es políticamente correcta, tiene un precio, te expone, te pone a tiro, de quienes quieren que todo siga igual y nada cambie.
Pero es el descaro de mi amigo, el que nos recuerda que es posible que las cosas sean de otra manera, que abramos la puerta a un cambio, que de una oportunidad a quienes no la tienen. Mi amigo es Jesús de Nazaret, el "tocado" de Dios, el que supo dar la cara y la vida en favor de los olvidados y ninguneados. A ellos nos debemos, y ellos nos podrán hacer descaradamente libres, a la manera de Jesús. ¡Dejémonos tocar!