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miércoles, 26 de marzo de 2014

ABRIENDO LOS CERROJOS...

Que esconden nuestros miedos, que amenazan nuestros sueños. Esos cerrojos que aprisionan el perdón, como la forma más noble de amor, o que ocultan la paz, que nos llena de serenidad y realismo, y nos permite la acogida sin escándalo alguno.
Es tiempo de abrir los cerrojos, no tardes, ¡yo estoy en ello!, siempre es tiempo de aprender a perdonar sin mirar a atrás, y de amar, aunque tantas veces duela y uno no quiera. Es tiempo de abrir cerrojos, pues no hay nada que guardar, que no se pueda compartir, ni nada que ocultar, que no se pueda saber... Es así, abriendo cerrojos, como nos atrevemos a crear nuevos espacios, generar encuentros inesperados, tejiendo lazos con esa confianza ingenua, de quien se sabe ya amado.
Abriendo cerrojos, para dar paso, airear heridas, ventilar odios y sacudirse envidias,... Y así, frágil, herido, perdido o hallado, descubrirás, al abrir la puerta, que Él siempre estuvo allí, paciente amor.
Es tiempo, no lo dudéis, de abrir cerrojos, con unas disculpas, aunque sean a destiempo, una mirada oportuna, o una sonrisa forzada, que no recuerda que el amor nos aprieta por dentro. Abriendo cerrojos,... ¡Gracias!

domingo, 16 de marzo de 2014

LA AUTÉNTICA OPORTUNIDAD DE AMAR...

... No la tenemos cuando encontramos con nuestra media naranja, nuestra pareja perfecta. Tampoco cuando nos descubrimos dándolo todo en favor de otros. Ni siquiera cuando te comprometes en una opción de vida entregada... La auténtica oportunidad de amar nos viene en la experiencia del perdón. Bien cuando descubrimos el daño que hemos hecho  a quienes queremos, o bien cuando experimentamos en primera persona la decepción, el abandono, el rechazo o la humillación,....
Quisiera compartir con vosotros cuatro claves que me ayudan a vivir estas experiencias difíciles como oportunidad.
1. Aprendamos a dejar espacio entre el daño que causo a otros, incluso sin saber, y las heridas  que otros me provocan... dejando que lo ocupe Jesús de Nazaret. Ese encuentro personal con él su palabra (Jn 8), sus gestos, su mirada, que nos ofrecer la oportunidad de entendernos a nosotros mismos y a nuestros semejantes de una forma totalmente alternativa. Nos hace descubre que el perdón es posible, sin más.
2. La necesidad de luchar contra el rencor, que nos empequeñece, nos anula como personas, nos enquista en el dolor, y no nos deja mirar al frente, al futuro con esperanza. El rencor nos encorva, y nos impide salir de nosotros mismos. No nos dejemos atrapar por el ansia de venganza, que se fundamenta en un concepto erróneo de "justicia", ojo por ojo diente por diente". Combatamos el rencor con la gratuidad, siempre sorprendente, de quienes un día se dieron la oportunidad de pasar página y rehacer sus vidas no desde el odio, sino desde el amor así mimos y a quienes un día les causaron un daño, hasta entonces, irreparable.
3. La convicción que el perdón nos libera. Una convicción que nace de la experiencia de fe de nuestra propia fragilidad e inconsistencia acogida y perdonada por nuestro Dios, siempre paciente, y que hace salir el mismo sol para buenos y malos, y la misma lluvia para justos e injustos."Donde nosotros miramos con desprecio, Dios abraza" (JMª Olaizola, sj)
4. El perdón a uno mismo. Es extraño evidenciar que en muchas ocasiones somos especialmente duros con nosotros mismos. Creer en el perdón de Dios, pasa necesariamente por perdonarnos a nosotros mismo. Acoger con sencillez y realismo nuestra propia fragilidad y contradicción, con la convicción de que nuestro Dios nos quiere tal y como somos, deseando que salga de cada uno lo mejor que llevamos dentro. 
La experiencia del perdón se convierte en esa oportunidad cotidiana, donde realmente se nos empuja a amar como una experiencia profundamente liberadora y sanadora. Podría no hacerlo, ¡es verdad!, ¿Pero en qué mejoraría mi vida si no perdonara?¿En qué mejoraría la vida de mis compañeros de vida si me cerrase al perdón?

sábado, 21 de septiembre de 2013

CONTIGO TAMBIÉN...

Cada vez veo más urgente la necesidad de formatear nuestra mirada. No sé si será por miedo, comodidad, o simplemente por superficialidad, pero tendemos a quedarnos  con nuestra visión de la jugada, con nuestra manera "de ver" (¡pobre de nosotros!) las cosas, sin dejarnos cuestionar más...
Se nos olvida que otra mirada es posible, que donde la mayoría vemos a un indeseable, desgraciado, o caradura (por ser finos), Dios ve primeramente a un hijo/a, con todo un potencial de amor y toda una debilidad que socorrer y perdonar.
¿Lo han experimentado alguna vez?

Aunque no seas perfecto.
Aunque te equivoques.
Aunque digas tacos.
Aunque hayas abandonado mil veces.
Aunque te refugies en el engaño.
Aunque te vendas al mejor postor.
Aunque tu vida haga aguas por todas partes, como el Titánic.
Aunque escondas la vergüenza, de no amar mejor.
Aunque no aproveches todas tus oportunidades.
Aunque te dejes llevar...
He de recordarte:
Que contigo también cuento y te necesito.
Que contigo también quiero andar camino y compartir mesa.
Que contigo también quiero entablar amistad y crear lazos, ¡que no nudos!.
Que contigo también quiero aprender amar,
          de forma irracional,
          con una pasión como la tuya,
          con esa forma de mirar, que siempre ve más allá.
 CONTIGO TAMBIÉN...

Así es nuestro Dios, y solo una experiencia de este estilo nos coloca en posición de ofrecer lo mejor de cada uno y compartir mesa con quien más lo necesite, sin importarnos expedientes, deudas, apariencias, ... Dios no se conforma con echar vistazos, Él mira más allá. Gracias

martes, 20 de agosto de 2013

GUERRA YPAZ

Es curioso, pero de nuevo un año más constato que en nuestro maravilloso tiempo vacacional aumentan los conflictos, y no me refiero a Gibraltar, sino a los nuestros más cotidianos, en la orilla de la playa, en la cola del supermercado, a lo largo de paseo marítimo, o en el chiringuito de turno, ¡da igual!, parece que nos cuesta asumir que nuestro tiempo de descanso pueda ser también tiempo de aprendizaje de unos y de otros. Parece que a más convivencia, más oportunidades de conflicto, precisamente  con los nuestros. 
Estos días vacacionales ponen en evidencia en muchas ocasiones lo poco que estamos entrenados a convivir de forma prolongada con quienes realmente nos importan. Parece una contradicción, pero empieza a ser más bien, una evidencia.
¿Qué nos sucede?
Damos demasiado por supuesto, nosotros los adultos, que sabemos gestionar las situaciones inesperadas y conflictivas con éxito. Nada más equívocado, Lenguaje irónico, malas contestaciones, tonos agresivos, amenazas, zarandeos, insultos, silencios castigadores o poner cara de perro... forman parte de los recursos que ponemos en juego en situaciones de crisis... Y por si fuera poco, queremos los hijos aprendan buenos modales y sean tipos competentes para la vida. Más bien creo que se lo ponemos difícil.
¿Qué nos hace falta?
Necesitamos reconocer nuestros propios errores, para poder aprender de ellos y ser capaces de pedir disculpas, a nuestra pareja, a nuestros hijos o amigos... Necesitamos recuperar el perdón como una experiencia sanadora en nuestras relaciones humanas. Ofrecerlo y pedirlo.
Podemos afincarnos en nuestras trincheras en clave de batalla, o podemos apostar por la paz, esa paz construida en el perdón y el diálogo que nos abre la puerta al reconocimiento del otro. ¿No disfrutaremos así, más de nuestro descanso merecido? Gracias.

jueves, 1 de agosto de 2013

RECONOCERSE VULNERABLES, ¡UN CHOLLAZO!

¡Cuántos esfuerzos inútiles!, en aparentar, disimular, maquillar... Todo para la triste tarea de ocultar lo que realmente somos, vulnerables. Nuestra limitación nos acompaña, forma parte de nosotros mismos, da igual como, para algunos torpeza, para otros impulsividad,... en todos los casos nos conducen a situaciones incómodas, e incluso comprometidas. Ayer le susurraba a una niña, que lloraba porque le salía mal la tarea, "no te preocupes de los errores aprendemos..."
Empiezo a ver como una gracia (... y como un acto de madurez) el reconocernos vulnerables con un poco más de soltura y normalidad. Reconocer errores, pedir perdón, rectificar, reconocer esto no sé o no puedo, pedir ayuda, compartir sentimientos de frustración, tristeza, rabia,... Sin la necesidad de imponernos esos modelos de perfección y corrección tan artificiales como dañinos.
Reconocernos vulnerables nos ayuda:
1. A recordarnos que somos seres necesitados del otro, que nos construimos en relación con, y que la complementariedad es una alternativa muy válida a ciertas limitaciones.
2. Vernos vulnerables, conocer nuestros límites y puntos débiles, nos capacita a acompañar a otros, y empatizar con más facilidad con quienes se tienen que enfrentar con su vulnerabilidad por primera vez.
3. Nos abre la puerta del perdón. Conscientes de nuestros errores y sus consecuencias, sabernos vulnerables nos impulsa a pedir disculpas, y a descubrir en el perdón recibido esa gratuidad que nos habla de un Dios todo misericordia, siempre dispuesto al abrazo.
4. Reconocernos vulnerables, nos anima a una comunicación más franca  y transparente de nosotros mismos, dándonos a conocer con mayor profundidad frente a quienes nos rodean. Esto elimina todo posible estrés ocasionado por mentir, disimular o tener que aparentar los que sabemos que no se ajusta a verdad.
5. Reconocernos vulnerables, nos acerca a los pequeños, a los que sufren, a los olvidados, a quienes no importan, en definitiva, a los preferidos de Jesús, ¡eso es un puntazo!, y toda una experiencia que sin duda llena de alegría, no más que experimentarlo.
Podría seguir engordando la lista, pero no es plan, no quiero aturullar... Simplemente quería recordarme a mi mismo y a quien le pueda interesar el tema, que esto de reconocerse vulnerables, nos hace mejor persona y nos acerca precipitadamente a Dios... ¡Todo ventajas! Gracias 

domingo, 16 de junio de 2013

APOSTAR POR OLVIDAR LAS CUENTAS...

De tantos errores, de nuestros torpes deslices, de nuestros enredos cotidianos, de... Se convierte hoy en un acto sencillo de amor. Donde optamos por no etiquetar a nadie por su fallos, y nos atrevemos a ir más allá. Una invitación a echar esa mirada misericordiosa a nuestro semejante, que le permita mostrar esa bondad que todos llevamos dentro.
Mucho se le perdona, al que mucho ama. Noble tarea la de recuperar esta fórmula de la vida, donde lo que prevalece es nuestra capacidad de amar al otro, tantas veces amenazada por nuestros prejuicios y etiquetas, o por nuestra autosuficiencia, que nos hace olvidar que un día fui yo quien provocó  esa misma herida, o quien erró también con ese amigo.
Querer olvidar las cuentas es hacer memoria de un Dios que nos quiere esféricamente, ¡por toas partes!,  por nuestra parte bonita, y por la que ocultamos por pura vergüenza. Tal bondad debe inspirar en nosotros esos actos y gestos cotidianos, que sepan ofrecer nuevas oportunidades a quienes caminan y tropiezan a nuestro lado.
La experiencia de perdón se convierte en una oportunidad profundamente liberadora, capaz de aliviar y sanar heridas, hasta entonces impensables. Esta experiencia del perdón se apoya en ese amor que todos llevamos dentro, y que impulsa tanto el deseo de pedir perdón y como la alegría de ofrecerlo de forma inequívoca y desbordante.
Con la convicción de que nuestros fallos no nos definen, aprendamos a dar nuevas oportunidades, no solo a los demás, sino también a nosotros mismos.¡Gracias!