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jueves, 10 de abril de 2014

PIES DE BARRO, NUESTRA PROPIA FRAGILIDAD...

Porque nos pertenece, es algo muy nuestro,... Habla de nuestros miedos y bloqueos, de nuestros conflictos y huidas, de nuestras incoherencias y errores... Es importante recordarnos, que no es obligatorio imponernos el ideal de la perfección, ni siquiera de la obligación de quedar bien. 
En este final del tiempo de cuaresma, puede ser una buena ocasión para reconciliarnos con nuestra propia fragilidad con realismo y ternura. Una forma más de prepararnos a celebrar la Pascua. 
Quien acepta con valentía su propia fragilidad, se abre la puerta a aprender de ella. 
Hay quienes se dejan arrastrar por su propio fracaso e incoherencias precipicio abajo como buscando compensar el error, cuando con lo único que se encuentran es con la desorientación más absoluta. 
También los hay que prefieren ocultar su propia fragilidad, viviendo en esa apariencia artificial, reconocida por todo hijo de vecino. Pero como preferimos "antes muertos que sencillos", optamos por la versión "doble vida", que en el fondo acaba siendo media vida... o mejor  "!aquí no hay quien viva!"...
En este tiempo de Pascua nos encontramos con el personaje sorprendente de Pedro, que viviendo su experiencia más absoluta de fracaso, expresado en el rechazo a su mejor amigo, un tal Jesús de Nazaret, es capaz de recomponer su vida y salir adelante. En Pedro podemos encontrar las claves para acoger la propia fragilidad, y aprender a caminar con ella.
1. Acepta. Se trata asumir la propia responsabilidad de nuestros actos, y de las consecuencias de los mismos. Trago amargo donde los haya, pero forma parte se sentir los pies en el suelo y reconocer que no todo da igual. Reconocer que nuestras torpezas, negligencias o traiciones, tienen consecuencias, y en ocasiones nefastas, incluso aunque no sean buscadas. Aceptar esto implica reconocer y asumir la responsabilidad de nuestros actos, incluso cuando ya no queda nada por hacer. Quizá solo llorar, o pedir perdón.
2. Confía. Pedro supo hacer memoria de su amigo Jesús. De sus miles de gestos e historias compartidas, que hablan de una misericordia que no tiene límites. Supo recordar que no hay mayor acto de fe en el amor de Dios, que perdonarse a uno mismo, y lo profundamente liberador que resulta.
3. Aprende de su propia fragilidad. Como una forma de verse con más profundidad, donde uno experimenta sus propios límites, su fronteras no deseadas, y sin embargo ya experimentadas... Es esa sabiduría humilde que nos lleva a devolver al mundo una mirada generosa a la debilidad ajena. Esta experiencia nos abre a puerta grande a ser portadores de esa misericordia, de la que un día necesitamos, a sabiendas de que en cualquier otro momento, volveremos a necesitar, pues sabemos que tenemos pies de barro.

miércoles, 2 de octubre de 2013

ACOMPAÑANDO LA FRAGILIDAD

Gracias a mi amiga Ángela, no quería irme a descansar sin compartir con vosotros una convicción. En los momentos de debilidad, cuando nuestra fragilidad se hace más patente, podemos ir de la mano. No tenemos porque caminar solos. Quizá no caemos en la cuenta con facilidad, pero el ser humano está preparado para esta noble tarea de estar junto a los que sufren.
Podemos andar en medio de la niebla de la rabia, la impotencia, el desconcierto o el más absoluto desconocimiento... ¡Basta dejarnos coger la mano!,... En los momentos más duros y difíciles, la Vida pone a nuestro lado esas personas, tan maravillosas como discretas, que saben ofrecernos sus manos y nos guían en medio de una niebla, que momentos antes pensábamos insalvable. Dios nunca deja que el agua nos llegue al cuello, nos acompaña, y se sirve de "esos ángeles", que con su delicadeza y cariño van aliviando y sanando  nuestras heridas. No hemos de temer nuestra propia fragilidad (física, psicológica o afectiva), pues forma parte de nuestra condición humana. Quizá debiéramos preocuparnos más por como la afrontamos, y no dejarnos devorar por la soledad y la desesperanza. 
Hemos de recordarnos que el Dios de Jesús, ¡que sabe lo suyo de sufrimiento y cruces!, nunca abandona, Él es de los que permanece, de los que no abandona, de los que ofrece manos en medio de la niebla, y nos susurra al oído, "No temas, Yo estoy contigo, compartiendo tu suerte".
Nuestro Dios adora la debilidad, y lejos de juzgarla, la abraza con ese amor de Padre, que no pide explicaciones, solo ama.
Así pues, si por un casual quieres acompañar la fragilidad propia o ajena, solo ama y déjate amar... ¡Y aprendamos a caminar en la niebla!, ella nos enseña lo importante de confiar. Es así como logramos salir de esa niebla espesa y llegar a ver un horizonte más esperanzador. Un recuerdo fraterno a todas aquellas personas que les toca caminar en la niebla, ¡nunca estamos solos, ¡animo y gracias!

martes, 31 de julio de 2012

RECONOCERSE DESNUDO...

No es fácil, dura experiencia la de verse desprovisto, impotente, sin recursos, imperfecto por donde uno se mire... Es entonces, cuando uno tiene la tentación de abandonar los caminos de  la transparencia y adentrarse por los vericuetos del ocultamiento. ¡Cómo si eso aportara algo!
Desnudos, una realidad incómoda, pero que nos recuerda una fragilidad que nunca nos abandona.

¡BENDITA DESNUDEZ!
Que me recuerda recuerda que soy incompleto,
que necesito del otro
que necesito al Otro
Bendita desnudez,
que en su fragilidad, 
somos arropados 
por un Amor primero y más grande.
Bendita desnudez,
que al reconocerla, 
nos reconcilia con nosotros mismos, 
nos pone en búsqueda
honesta y sincera.
Bendita desnudez,
que nos devuelve una mirada
condescendiente con la desnudez ajena
y nos lleva de la mano
del juicio al perdón
de la mirada dura al abrazo.
Bendita desnudez
que nos permite descubrir 
a un Dios que nunca se avergüenza
de su criatura,
y despierta en cada uno 
el deseo de transparencia, la justa,
para que sintamos la responsabilidad de nuestros actos,
y el eterno amor recibido.