miércoles, 18 de diciembre de 2013

ACOGER LO INESPERADO

¡Qué poco nos gusta determinadas sorpresas!... Sobretodo las que nos hacen cambiar nuestros planes, las que amenazan nuestras seguridades, las que nos piden una respuesta siempre comprometida...
Pero es curioso, que son precisamente estas experiencias las que más nos preparan a crecer y nos despliegan como personas.
Acoger lo inesperado nos enseña a confiar, saca todo lo bueno que hay en uno y nos permite dar esa respuesta, que nos hace salir de uno mismo y pensar en el bien común, en lo mejor para el otro. Es así como nos lanzamos sin red.
Es nuestra propia bondad la nos puede ayudar a aceptar y acoger la sorpresa, asumiendo que no podemos estar seguros de casi nada, y como hizo un día José, confiar.
Cuando apostamos por lo pequeño, lo débil y frágil en nuestra vida, abrimos la puerta de entrada a ese "Dios-con-nosotros" que se nos regala en lo cotidiano.
Sólo los que confían son capaces de acoger lo inesperado, y ahí, nos descubrimos habitados por un Dios que siempre apuesta por lo humano. ¡Feliz final de Adviento!, gracias.

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