jueves, 24 de marzo de 2011

EL ABISMO DE LA INDIFERENCIA

Que gran distancia existe entre nuestros ritmos de vida, estilos, y los niveles de subsistencia en los que se mueve tres cuartas partes de la población mundial. Un auténtico abismo, ¡un escándalo! Hoy conviven en nuestras ciudades, sin ningún escrúpulo, la riqueza descarada, junto con la pobreza más humillante. Es impresionante como tenemos interiorizado este contraste, por otra parte tan insultante, como si de un mobiliario urbano se tratase. Hagamos un ejercicio de honestidad que nos ayude a reconocer nuestras racionalizaciones y justificaciones, que para lo único que sirven es para alimentar nuestra indiferencia ante este drama humano, y tan cotidiano, de la escandalosa desigualdad entre los seres humanos.
No todo da igual. No es cierto que no hay nada que hacer. No es lo mismo centra tu vida, mi vida en el poder y en el dinero, que centrarme en la solidaridad y en el servicio. No es lo mismo. Tenemos alternativa, podemos elegir y tomar opciones cotidianas donde sea capaz de poner en el centro a los demás, y en especial a quien más me necesite. No es lo mismo vivir mi vida y educar a los hijos desde el compartir, que centrarme en el tener y competir. Hay opciones de vida, que nos llevan a una mirada amable de la humanidad, de las personas que nos rodean y con quienes compartimos cada día, una mirada que nos ayuda a verlas con profundidad, y ser más sensibles a lo que realmente necesitan. 
Esta forma de situarnos nos permite ser conscientes de este gran abismo y de nuestras complicidades a la hora de mantenerlo.
Dios se pone siempre de parte de los que sufren, no lo olvidemos. Sean quien sean. Siempre apostará por la parte más débil, y acabará poniendo en evidencia a quienes apuestan por la prepotencia, el prestigio o sus intereses personales. ¡Este es el único consuelo de los pobres! en medio de tanta desigualdad.
Tenemos la suerte de contar con "tipos auténticamente grandes" que han ido por delante en este camino de la solidaridad y compromiso por los más pequeños. A todos ellos, ¡gracias!, porque nos marcan de forma sencilla ese sendero de lo humano, lo fraterno, lo compasivo capaz de ir reduciendo, aunque sea poco a poco, ese gran abismo de la indiferencia, que nos permite ir descubriendo al otro, como hermano. Gracias

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