lunes, 27 de abril de 2015

ABRIENDO LAS PUERTAS...

¿Acaso podemos cerrar las puertas a una vida digna?¿Es posible cerrar el paso a quien busca alentar la esperanza? ¿Te imaginas una vida sin horizonte, sin futuro? Para la respuesta a estas preguntas de una u otra manera, sólo nos separan a penas unos centímetros en un mapa convencional. Nos resulta más fácil contestar a estas preguntas  cuando hemos nacido en España, Francia, Bélgica, o Reino Unido,... Pero si aplicamos otra medida a nuestra regla, a penas veinte o treinta centímetros, y nos imaginamos habiendo nacido en los campos de refugiados del Sáhara, o en Senegal, Nigeria, Mauritania, Siria, o Libia,... Responder a las mismas preguntas no resulta tan fácil.
Hay quienes estemos, donde estemos, tenemos claro que a la justicia, a la dignidad de la persona, no se la puede poner puertas.. Mirar a otro lado, tiene un coste humano muy alto, del que se nos pedirá cuentas, "¿Dónde está tu hermano?" 
Por nuestra condición de seres humanos, estamos llamados a cuidar unos de otros, a buscar ese bien común que protege a la parte más débil, y busca el desarrollo digno de todos. Cerrar las puertas solo sirve para quienes, en respuesta a su desesperación, busquen como entrar por ventanas y chimeneas, arriesgando el físico, pues hace tiempo ya lo tienen amenazado de muerte. Cerrar las puertas tiene un coste humano que deja de ser anónimo, cuando pensamos que pueden ser nuestros hijos, hermanos, padres o amigos. Y todos los que han fallecido esta semana pasada, tienen hijos, padres, y amigos, que viven en la más absoluta incertidumbre y desesperación. ¿A caso somos dueños del Planeta?
Nuestra indiferencia y nuestra prepotencia es insultante. 
Aprendamos de quienes con sencillez, y desde el anonimato, nos muestran que se pueden abrir las puertas. Que la acogida, la solidaridad, la compasión, con quienes huyen del hambre o de la guerra, es el gesto humanizador más importante del momento en que vivimos. Esa puerta estrecha, de la que Jesús, buen pastor, hizo gala en vida, y nos inspira ta tantas personas de bien, creyentes y no creyentes, unidos por un bien común, el de nuestros hermanos los hombres.
Es momento de subir el nivel de humanidad, que nuestros políticos y gobernantes no son capaces de ofrecer. Tiempo de salir a las calles, a los medios, a las redes sociales y dar la cara, ofrecer las manos, crear espacios de acogida, y no dejar que la indiferencia ni el miedo nos robe nuestra condición humana. Buena semana y gracias.

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