domingo, 27 de mayo de 2012

ALENTANDO LA VIDA...

No es posible dar aliento a la vida de otro, sin ofrecer nada de uno mismo, sin poner en juego aquello que uno lleva dentro, que puede ser alivio, alegría, sosiego o ánimo para quienes realmente lo necesitan a nuestro lado.
Eso mismo hizo, y sigue haciendo, este tal Jesús de Nazaret. Nos ofrece los mejor de sí, su Espíritu, con ese fin cargado de bondad de alentar nuestras vidas, la tuya y la mía, ... y la de tantos seres humanos que necesitan ese "empujoncito" para seguir adelante.
Recibimos para ofrecer... esa es la extraña dinámica del Espíritu. No se trata de guardar, de acaparar o de ahorrar por si acaso... Se trata, más bien, de expandirse, de salir de si mismo, de ir más allá, y dar gratis lo que gratis hemos recibido... (aquí no hay espacio para la especulación)
¿En qué se nota que somos alentados por otros o que somos nosotros mismos quienes alentamos? La clave está en nuestras relaciones, en los lazos que tejemos cada día con cada persona. 
Somos alentados cuando nos sentimos acompañados, cuando nos hacen reír en plena dificultad, cuando nos ofrecen una mano por medio de su tiempo, de su mirada, de ..., cuando nos ponen una mano en el hombro, o son condescendientes con nuestros errores y fragilidades, cuando tienen esa palabra oportuna frente al juicio fácil... Todo esto nos habla de un Dios que se hace presente entre nuestras relaciones, recordándonos que nunca nos deja solos, que somos seres habitados por un amor sin fin.
Nos descubrimos alentando la vida de otros, cuando ofrecemos lo mejor de cada uno: poniendo pasión en lo que hacemos, reconociendo la necesidad de dignidad de nuestros compañeros de camino, dando calor con nuestra alegría, con nuestra mirada, con... Alentamos  compartiendo un horizonte ilusionante, estando sencillamente presentes, aún cuando la incomodidad nos coma por dentro, o mirando con misericordia y compasión el interior de cada uno, que es como el nuestro, frágil y necesitado de ser amado.
Entonces, solo entonces,  y casi sin darnos cuenta, somos esa correa de transmisión del Espíritu de este tal  Jesús de Nazaret, capaz de dar vida donde antes nadie lo imaginaba. 
Termino compartiendo un texto de Eduardo Galeano con la que finalizamos la Vigilia de Pentecostés  anoche:
" Un hombre del pueblo de Neguá, en la costa de Colombia, pudo subir al cielo. A la vuelta contó. Dijo que había contemplado, desde allá arriba, la vida humana. Y dijo que somos un mar de fueguitos.- El mundo es eso- reveló-. Un montón de gente, un mar de fueguitos Cada persona brilla con la luz propia entre todas las demás. No hay dos fuegos iguales. Hay gente de fuegos grandes y fuegos chicos y fuegos de todos los colores. Hay gente de fuego sereno, que ni se entera del viento, y gente de fuego loco, que llena el aire de chispas; algunos fuegos, fuegos bobos, no alumbran ni queman, pero otros arden la vida con tantas ganas que no se pueden mirarlos sin parpadear, y quien se acerca se enciende."
¿Tú cuál quieres ser? Gracias y feliz semana

No hay comentarios:

Publicar un comentario