lunes, 4 de junio de 2012

¿ENREDADOS O ENTRELAZADOS?

Dos fuerzas bien distintas, que tiran de nuestro interior. Gran sabiduría si sabemos diferenciar entre una y otra. Nada fácil. Pues la dos coexisten en lo cotidiano, mas no aportan lo mismo en nuestras relaciones. No se trata de hacer una lectura moralista de la cuestión, sino más bien, de hacer un ejercicio de honestidad con uno mismo, y reconocer con sencillez, qué es lo que nos hace más humanos, más persona.
Me enredo cuando solo soy capaz de mirarme a mi mismo. Mis deseos, mis necesidades, mis objetivos, mis proyectos, mis... se convierten en un absoluto que me hacen sentirme el centro de un universo, del cual no me entero... Soy un gigante con pies de barro. El miedo a los fracasos, o a la falta de reconocimiento, al rechazo o a la no valoración,  a las opiniones ajenas o a las expectativas de las personas que me rodean, ... se enredan en mis decisiones, en mis opciones, en mis relaciones... Empequeñeciendo mi mundo y dificultándome ver más allá de mis propios intereses y  empujándome  a hacer lo más increíble, con el único fin de lograr mis objetivos... ¡Al precio que sea!...sin tener en cuenta ni a los heridos del camino, ni las propias heridas infligidas. Enredados... ¿Cómo salir de ahí?
Hay experiencias que nos sitúan en otra dinámica, que nos introducen en otro "rollo" distinto... Son esas experiencias que nos llevan al reconocimiento del otro. A descubrirnos que somos seres en relación, que no somos centro de nada, sino habitados por una fuerza de relación. Somos más, cuanto más damos de nosotros mismos. Esto es un giro copernicano, difícil de entender a la primera. Pero cuando se vive, la cosa cambia... No hay que perder el tiempo en comprenderlo, sino en vivirlo. 
Cuando contemplo el amor recibido, escucho la palabra regalada, agradezco el gesto inesperado, acojo la fragilidad ajena y la propia, o acepto la diferencia como parte de este mundo plural, de todos, ... Es cuando damos una oportunidad a esta comunión, tejida en relaciones cotidianas, que nos recuerda que somos seres siempre en relación, creciendo en comunión con lo diferente, lo distinto a mí, al estilo de ese tal Jesús de Nazaret. Y solo así, hacemos nuestro entorno más habitable para todos. Divina Trinidad, que nos recuerdas, hoy y mañana, que estamos llamados a vivir buscando esa comunión que hace nuestro mundo más humano. ¡Animo y gracias!

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