Revestidos con la fuerza del amor nos convertimos en auténticos testigos. Pequeñas luminarias capaces de levantar ánimos, acompañar a quien se siente solos, curar heridas, ofrecer ayuda, o dar ese abrazo oportuno.
Como si de una marea cargada de vida se tratase, somos testigos anónimos de ese amor, que está llamado a entregarse en mil gestos cotidianos. Así nos convertimos en la mejor bendición ("decir - bien") para nuestro mundo de hoy, ¡tan necesitado de buenas noticias!
¿Quieres? ¡Ánimo!, si se puede...
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