sábado, 10 de octubre de 2015

NO TODAS LAS PALABRAS SON IGUALES...

¡Hay palabras y palabras! Unas se dicen por decir o por quedar bien, otras porque no hay más remedio que decirlas o porque toca. Hay palabras que nacen del miedo, y otras, que son mentirosas, y dicen lo contrario con intención de engañar. Y también hay palabras se suenan a verdad, que van preñadas de vida. Éstás cuando se dicen, se convierten en palabras alentadoras, portadoras de sentido.
Ahora bien, las palabras nunca van solas. Siempre van acompañadas... 
  • Van dadas de la mano de quienes las pronuncian, y nunca suenan igual de unos u otros labios.  La palabra paciente, oportuna, delicada, amistosa, tierna,... todas hablan de quienes nos las hacen llegar. 
  • Además son acompañadas por su contexto, que da razón de su oportunidad o estupidez. 
  • Pero con todo, lo más importante, son los gestos y acciones, que cuando acompañan, son los que  acreditan la palabra pronunciada. Esos gestos y acciones nos recuerdan que las palabras reescriben la vida en cada momento, abren la puerta a auténticos proyectos de vida y pueden sanar heridas, que antes eran intocables.
No todas las palabras son iguales, y quizás, solo quizás, estemos dejando pasar la mejor palabra pronunciada por Dios a los hombres, Jesús de Nazaret. Una palabra definitiva, de carne y hueso. Una palabra que provoca y amplia nuestra visión, que es exigente y apuesta los más débiles, que no busca audiencia, sino adhesión a un proyecto: el bien común, la dignidad del ser humano, a quien llamamos hermano. 
Hay palabras, que no solo están llamadas a ser pronunciadas, sino también, a hacerlas vida, carne de nuestra carne.

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