¡Hay palabras y palabras! Unas se dicen por decir o por quedar bien, otras porque no hay más remedio que decirlas o porque toca. Hay palabras que nacen del miedo, y otras, que son mentirosas, y dicen lo contrario con intención de engañar. Y también hay palabras se suenan a verdad, que van preñadas de vida. Éstás cuando se dicen, se convierten en palabras alentadoras, portadoras de sentido.
Ahora bien, las palabras nunca van solas. Siempre van acompañadas...
- Van dadas de la mano de quienes las pronuncian, y nunca suenan igual de unos u otros labios. La palabra paciente, oportuna, delicada, amistosa, tierna,... todas hablan de quienes nos las hacen llegar.
- Además son acompañadas por su contexto, que da razón de su oportunidad o estupidez.
- Pero con todo, lo más importante, son los gestos y acciones, que cuando acompañan, son los que acreditan la palabra pronunciada. Esos gestos y acciones nos recuerdan que las palabras reescriben la vida en cada momento, abren la puerta a auténticos proyectos de vida y pueden sanar heridas, que antes eran intocables.
Hay palabras, que no solo están llamadas a ser pronunciadas, sino también, a hacerlas vida, carne de nuestra carne.
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