Nuestros ritmos son frenéticos. Nos cuesta parar, aunque sabemos que lo necesitamos. Sentimos esa sed de calma, sosiego, que nos ayude a aportar sentido a lo que vivimos cada día. Las prisas, la actividad y la inercia de cada día no nos pone fácil apagar esa sed de sentido. Casi sin saber como nos hemos ido alejando de esos "pozos" que pueden serarnos. No sabemos a que pozos acudir que nos puedan ofrecer esa alegría interior que nos ayude a redoblar esfuerzos, y a no dejar de buscar respuestas compartiendo dudas. Esos pozos que estimulen la confianza, que nos calmen al descubrir que, en nosotros, no están todas las respuestas... que hay más, algo más, mucho más...
Mientras mantengamos la sed no dejaremos de buscar. Mantengamos nuestro corazón abierto, inquieto. Pero sobre todo, concedámonos tiempo para aprender a parar, para preguntar, dejarnos preguntar, y compartir con otros buscadores de sentido.
Hemos de acoger a este Jesús de Nazaret, que no hace acepción de personas, que no excluye a nadie y quiere acercarse a cada uno de nosotros ofreciendo lo mejor de sí mismo: la experiencia de un Dios Padre- Madre, que con sus gestos y sus palabras nos dice que nuestra vida, la de cada uno, le importa. Acercarnos de nuevo a Jesús nos puede abrir a una experiencia diferente de Dios, donde puedo experimentar como toda mi historia personal es acogida por su amor, sin ser juzgado, ni echado a los leones de las etiquetas y los prejuicios.
En Jesús podemos descubrirnos de nuevo, hijos y hermanos. Intuir ese estilo de relaciones que hace posible pensar que puede pasar cosas nuevas, que confiar merece la pena, y que no hay ningún sitio donde el amor no llegue y pueda iluminar la existencia de quienes más sufren.
Descubramos en el estilo de Jesús de Nazaret esa fuente de alegría y vida, que necesitamos para ser felices. ¡Ánimo! y gracias.
No hay comentarios:
Publicar un comentario