sábado, 12 de marzo de 2011

REPARADOR DE BRECHAS

La vida nos zarandea de un lado a otro, y  a pesar de intentar hacer las cosas bien, la fastidiamos en muchas ocasiones. Tenemos muchas distracciones que nos hacen desenfocar la mirada a lo que nos rodea, a lo que realmente nos importa. Estas distracciones no son inocuas, tiene sus consecuencias, nos merman, nos producen heridas, y lo que es peor, herimos a quienes comparten con nosotros la vida diaria.
De la misma forma tengo la convicción del poder humanizador de los pequeños gestos, que cuando son realizados con verdad, son acogidos como buenas noticias, siendo capaces de ilusionar y cerrar heridas. 
Donde todos veían a un ladrón vendido al poder, Jesús vio a un discípulo (Lc 5,27-32). Él nos devuelve esa mirada reconciliada que nos hace capaces de descubrirnos personas profundamente amadas. Él no se escandaliza de nosotros. No nos lanza una mirada enjuiciadora, no nos mide por lo que hacemos o dejamos de hacer, sencillamente nos acepta y acoge como somos. Esa mirada se convierte en la mejor reparación de brechas. 
Voy descubriendo a través de mi labor educativa, que esa es una mi labores principales que debo seguir aprendiendo, la de reparador de brechas, como Él hace conmigo. Convencido que cuanto más aprenda a mirar a quienes me rodean, con esa misericordia y confianza, más estoy aportando a que se quieran como son, se acepten y crezcan como personas auténticas, en verdad.
Reparador de brechas. Buen oficio  el de curar heridas, enseñar a aceptarse y quererse, hacer crecer la autoestima, redescubrir el amor que nos habita y nos anima a afrontar lo cotidiano con renovadas fuerzas. No puedo más que dar las gracias a todos mis alumnos/as.

No hay comentarios:

Publicar un comentario