jueves, 21 de abril de 2011

CULTIVAR UN AMOR UNIVERSAL

Todo vale para recordarnos una verdad profunda y duradera. Maquillarse, disfrazarse, hacer el payaso,... para podernos decir a la cara una verdad desnuda y vital: no estamos solos, tú me importas, cuenta conmigo. Tres sencillas experiencias que se entrelazan y dejan entrever, que ese amor universal  es posible, y solo depende de ti. 
En esta noche de luna llena, su claridad nos puede hacer descubrir que efectivamente, no estamos solos. En el camino de la vida, se entrecruzan muchas personas, si bien es cierto que con distintas motivaciones, es relativamente fácil darnos cuenta que no somos islas. Que lo realmente difícil es encontrar esa soledad buscada que serene nuestro corazón. Pero hoy por lo menos recordarnos, que el peso de nuestras vidas podemos buscar con quien repartirlo y compartirlo.
La mirada humaniza. Mirarte a la cara es decirte tú me importas. Dejarme mirar es aprender a acoger esa mirada ofrecida, y descubrimos de forma sorprendente que somos seres valorados, queridos, que importamos a otros. Caminar por la vida mirando con intensidad, con profundidad, queriendo descubrir la esencia de las cosas, los acontecimientos, las personas. Esto nos humaniza, y nos ayuda a mirarnos a nosotros mismos con más cuidado y respeto, pudiendo ser un regalo  inesperado para los demás. Es cierto, esto es probable que complique más nuestras vidas, opciones, relaciones, tiempos, ... ¿Acaso aporta más andar por la vida de puntillas, superficialmente, ofreciendo solo imagen, sin ofrecer nada de nosotros mismos que merezca la pena...?
Cuenta conmigo.Es ese ofrecimiento sencillo, ingenuo, que solo es capaz de hacerlo el vive desde la confianza. ¿Pero la confianza de qué? De saberse querido, acompañado en el camino, sostenido en las tormentas, apoyado en las horas difíciles. Dios nunca nos deja solos, somos su más preciada criatura. Y aunque nosotros miremos a otro lado, Él nos mira de frente, diciéndonos, "aquí estoy". Cuenta conmigo, es un ofrecimiento respetuoso, que no se impone, que sabe guardar la distancia, y a la vez, mantener ese leve contacto que hace presentir esa presencia prudente cargada de ternura.
En esta noche de luna llena, apostemos por una mesa en la que invitemos a todos/as, sin acepciones de ningún tipo, y podamos decir que todos formamos parte de ese mismo Pan. Un mismo Pan, que al compartirlo nos recordamos que no estamos solos, que tú me importas y que cuentes conmigo. Gracias y feliz noche fraterna.

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