martes, 19 de abril de 2011

TRAICIONAR, TRAICIONARSE

Es difícil traicionar a alguien, sin traicionarse a uno mismo, sin renunciar a esos valores o actitudes que antes nos sostenían y nos ofrecían sentido. Supone dejar de lado, aparcar,... aunque sea por un momento, todo aquello que nos da vida, hondura.
¿Hemos traicionado alguna vez?, ¡todos tenemos un precio, amigo!, solo es acertar con él. Es honesto reconocer lo cerca que estamos de la traición, y como nos dejamos enredar tan fácilmente por ella.
Traicionar es dar la espalda. Es una forma inequívoca, que supone un giro de ciento ochenta grados, que nos lleva a ignorar, desconocer y /o hacer el vacío. Por desgracia, son muchas situaciones a las que damos la espalda, demasiadas realidades de las que preferimos no saber, y demasiadas personas con las que actuamos como si no existiesen. Los pequeños, los que molestan, los que dan guerra, los cansinos, los que huelen, los que piden,... dar la espalda nos lleva a traicionar un valor tan noble, como atrevido, ofrecer el rostro, la mirada y decirle, tú me importas, aquí estoy. Estos días hacemos memoria de Aquél que murió ofreciendo el rostro. Un tal Jesús.
Traicionar es mirar a otro lado. Es más sutil, menos beligerante, pero igual de traición. Disimuladamente, negamos esa parte de la realidad que no nos gusta y de la que no queremos extraer ninguna conclusión, no vaya a ser un problemilla para nuestras conciencias tan bien situadas. Traicionamos a nuestra conciencia crítica, a la capacidad de aprender de nuestros errores, a responder con misericordia ante la situaciones duras y difíciles que nos pueden tocar, a acoger a quien nos puede necesitar,... Jesús, si algo nos enseña es a mirar con profundidad la vida.
Traicionar es ocultar. ¡Esto si que es sutil!, pero como dice el propio evangelio, nada hay oculto que no llegue a saberse. Ocultar es una forma irracional de negar la propia realidad. Nos hace vivir en la mentira de pensar que no ha pasado nada, que no soy responsable de nada,... Traicionamos la verdad, a nuestra propia fragilidad, y al perdón ofrecido cada día de Aquél que sabemos que nos ama.
Traicionar es ambicionar. Cuando nos centra en nosotros mismos, y nos lleva a pensar que somos el centro del universo. Cuando lleva a una búsqueda desenfrenada de poder, de dinero, de comodidades, de...  Traicionamos toda semilla de bondad que hay en nuestro interior, las llamadas a la gratuidad, al servicio, al amor, ... llamadas que Jesús hace en nuestro interior, sirviéndose de personas, situaciones, que logran sacar lo mejor de cada uno.
A mi no cabe la menor duda que traicionar es traicionarse. Pero contamos con un amigo de camino inmejorable. Jesús de Nazaret. El da la cara por mí, por tí, por todos. El suple esa fragilidad que nos acartona el corazón, y si no estamos despiertos, nos lleva a vendernos al mejor postor, ¡y no seamos ingenuos!, hay muchos que nos pretenden. Gracias y buena Semana Santa.

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