
Fuera del tablero de juego nos encontramos con un gran número de personas con ganas de participar, de ser protagonistas, como tú y como yo. Y sin embargo, no encuentran esa oportunidad de incorporarse a esa partida que les permitan ser protagonistas de sus vidas, en igualdad de condiciones. No viven, sobreviven. Como nos recordaba Eduardo Galeano, son los nadie, los ningunos, los ninguneados.
Son ellos los que me recuerdan hoy, que Dios tiene una manera de ver el mundo. Y es desde ellos. Que Dios tiene preferencias, y es por ellos, los olvidados. Yo no soy hijo preferido de Dios, eso si lo tengo claro. Los preferidos son otros, los otros, los nadies, que para Dios sí tienen rostro y nombre, y siempre contarán en su corazón.
En esta noche, una triple invitación que me hago a mí mismo y la comparto con todos vosotros/as.
Acerquémonos a los más olvidados, sin miedo y con respeto.
Interesémonos, poniéndoles nombre y rostro.
Ofrezcamos esa palabra y gesto oportuno que levante su ánimo y las ganas de seguir luchando por la vida.
Solo entonces, estaremos devolviendo parte de esa vida que se nos regala, sin haber hecho nada para merecerla. Ellos nos necesitan, ¿a qué esperamos? Gracias.
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