domingo, 8 de mayo de 2011

SUPERANDO LA TRISTEZA...

En este camino de la vida nos hemos encontrado, y nos seguiremos encontrando, con momentos donde la tristeza nos agarra, y parece que no nos quiere soltar. Estoy decepcionado, "larry", "chungo", ... llámalo como quieras... ¡pero tristes!
Como mecanismo de defensa, ¡la huida!, como si eso nos hiciera olvidar la tristeza. La huida hacia delante, unas copitas y un par de porros lo solucionan todo, o bien, la huida hacia dentro, y me encierro en mi mismo, ¡y que se mueran los feos! Estos recursos son tópicos, pero en diferentes niveles acudimos a ellos como ungüento a nuestra tristeza. Lo paradójico, es quienes ya hemos usado estrategias de huida, ya sabemos que no funcionan, ¿porqué seguimos usándolas?
¿Queremos aprender a superar la tristeza?...¿si?... ¡estupendo!... porque se puede. Solo es necesario recorrer el camino de la aceptación. Normalmente, cuando estamos tristes es por algo que hemos hecho o ha sucedido en el pasado, aunque sea en el pasado inmediato. El ser consciente que he metido la pata, que he fracasado, que he decepcionado a alguien,... me lleva a sentirme triste. Pero si soy capaz de asumir mi responsabilidad en cada uno de esos hechos, de reconocer y aprender de mis errores, será posible mirar al frente y acoger los hechos tal y como vienen. Acepto cuando asumo mi responsabilidad. ¿Cómo?, asumiendo mi propia fragilidad e incoherencia, lo que hace posible el milagro de aprender de estas experiencias. En muchas ocasiones no podré evitar las consecuencias de mis errores, pero si tendré la fuerza de aceptar sus consecuencias. Y así, seré un poco más libre, menos esclavo de mis expectativas autoimpuestas, mi autoimagen,.. y otros demonios interiores de la familia.
Esto es buena noticia. Se puede superar nuestras tristezas. Los discípulos de Emaus (Lc 24, 13-35) nos recuerdan algo aún más grande. Cuando en nuestros caminos de huía somos capaces de reconocer en nuestro compañero de andanzas a un prójimo, hermano/a, dándole no solo conversación, sino techo y comida, entonces podremos descubrir en este prójimo, a  Jesús que siempre anda a nuestro lado, incluso en los caminos de huida (Cierto es que es necesario mirar con el corazón). Recuerda, ¡nunca estamos solos!  Esto se convierte en mejor noticia. 
Da cierta tranquilidad, saber que las cosas pasan, que no las controlamos a nuestro antojo, pero depende de nosotros mismos el dejarnos o no controlar por ellas.
Solo quienes estemos lo suficientemente abiertos, como para preguntarnos, lo suficientemente dispuestos, como para buscar una respuesta, y lo suficientemente generosos, como para descentrarnos; no necesitaremos caminos de huida de lo cotidiano, y desearemos vivir con intensidad y profundidad cada momento. Tened buena semana y gracias.

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