El atrevimiento de preguntarse y mirar en nuestro propio interior no es algo evidente, que se pueda dar por hecho. Este ejercicio de honestidad con uno mismo de preguntarse ¿en qué o dónde pongo mi corazón? ¿qué me apasiona?¿que logra poner en juego lo mejor de mí?... es una apuesta personal que no todos nos atrevemos a hacer, o no sabemos.Si logramos centrarnos en aquello que nos desarrolla mejor como personas, que despliega mejor nuestras cualidades y que además aporta más a nuestro entorno, no sólo reflejaremos el amor que recibimos, sino que conseguiremos que quienes estén cerca de nosotros, se sientan más cómodos, valorados, sencillamente queridos. Necesitamos reservarnos tiempos, espacios, que eduquen esta sensibilidad.
Cuando nos descubrimos envueltos en la queja repetitiva, en el lamento recurrente,... cuando nos sentimos encogidos de hombros, con pocas ganas de apostar por nada que merezca la pena... aún nos quedas Tú, capaz de extendernos la mano, y recordarnos, que no hay tiniebla que no pueda iluminarse, ni herida que no pueda curarse. Es un buen momento, entonces, de pensar donde asentar nuestro corazón y recordar de quien me he fiado y en quién me apoyo cuando el viento va en contra. Gracias.
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