No le importa de donde venimos, que hemos hecho, cual es nuestro historial... solo le importas tú. Le importa porqué le buscas, qué deseas, qué necesitas,... a Jesús, solo le importas tú.
Precisamente por eso, el encuentro con Él, siempre es sanador, sus palabras y sus gestos, acogen nuestras miserias y pobrezas, de tal forma, que nos descubrimos sencillamente amados, dignificados, despertando en nosotros ese deseo de ser mejores y de ser transmisores de esa cadena de bondad en la que nos envuelve su mirada.
Se puede caminar con nuestras heridas, podemos reconocer nuestros bloqueos y parálisis, cuando tenemos la certeza de que contamos con Alguien, Jesús, que sabe mirar más allá, y cuyo amor incondicional, despierta lo mejor de cada uno.
Solo es necesario, dejarse. ¡Sí!, dejarse llevar, cuando el desánimo, y el agobio no nos deja ir más allá. Cuando realmente reconocemos, que solos no podemos y el peso de nuestra mediocridad, no nos deja tomar la iniciativa.
Es entonces, cuando aparecen esas personas, verdaderos ángeles diría yo, que son capaces de sacarnos de nuestro ensimismamiento, y cogernos "en brazos" y llevarnos a donde no somos capaces de llegar.
Entrañable vocación la de estos "camilleros", que soportando el peso de nuestras miserias y torpezas, y sabiendo escuchar nuestras penas y quejas, son capaces de llevarnos cara a cara ante Jesús, este Dios de la vida, que conoce nuestras entrañas y sabe de que pasta estamos hechos, devolviéndonos esa dignidad de hijos y hermanos. Gracias
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