La palabra, tu palabra, ofrecida, constructiva, animadora, dignificante, respetuosa,... conscientes de que algo tan cotidiano como nuestras palabras ofrecidas pueden ser constructivas o armas arrojadizas.
Curioso, que cuando más ofendidos estamos, retiramos la palabra a nuestro contrincante. Nuestra vida enmudece, se hace opaca para uno mismo y para los demás, metiéndonos en una espiral que nos va empequeñeciendo y nos encierra en una dinámica destructiva.
Es necesario experimentar, que siempre tenemos algo que ofrecer, incluso en los momentos más duros y difíciles, en los que nos podemos sentir heridos... también en esos momentos, tenemos algo que ofrecer... esa palabra de perdón inesperado, que se convierte en bálsamo para la herida y puerta de entrada a una reconciliación con uno mismo y con el ofensor.
Ofrecer la palabra nos hace más personas, y abre caminos de entendimiento inesperados. Nos permite valorar al otro, y reconocerle como ser humano.
Ahora bien, la palabra nunca va sola. Siempre va acompañada de ese gesto oportuno o inoportuno, que le da credibilidad y hondura, convirtiéndonos en personas consistentes, si hay coherencia entre ellas, o en personas falsas, si insistimos en utilizar las palabras y gestos para ocultar nuestra propia esencia.
En todo caso, depende de cada uno, lo que ofrecemos. En esta noche, solo recordarnos, que algo tan sencillo como la palabra ofrecida, puede ser un elemento dinamizador de la vida de quienes nos rodean. No perdamos oportunidades y compartamos, aunque solo sea como una estrategia sanadora de nuestros pequeños bloqueos, que nos acompañan.
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