Las dificultades nos aprietan. El horizonte se oscurece. Los obstáculos crecen sin parar. La crisis se agudiza, los recortes se imponen, las ayudas desaparecen... Parece que toda nuestra labor educativa, nuestra apuesta menesiana por los chavales, que está fuera del sistema, está amenazada por el tsunami de la crisis en la que todos estamos sumidos, introduciéndonos en esa rueda de la incertidumbre desconcertante... ¿Es que nada nos podrá salir bien?
Se avecina una situación de cambio, que a pesar de lo incierto, ¿no nos podrá traer algo bueno?
Jesús de Nazaret, en el evangelio de hoy, nos renueva esa promesa que tan necesaria es en época de crisis, ¡que nuestra tristeza se convertirá en alegría! Una oportunidad a vivir en medio de la noche desde ese optimismo que nos permita vislumbrar esos pequeños signos de vida y descubrir las posibilidades que se esconden detrás de los cambios inesperados.
Es momento de resistir y permanecer. Resistir ante el pesimismo de no ver el horizonte claro, resistir al dolor de las heridas ocasionadas por los cambios, resistir a los miedos incontrolables que nos paralizan y nos roban la creatividad de respuesta en el presente...
En medio de la noche, también podemos dar gracias por cada joven que ha pasado por nuestro centro, por cada gesto de compromiso educador que nos recuerda que el centro siempre son ellos, por cada gesto de bondad que ha querido curar la heridas de cada joven, por la entrega y generosidad de un equipo educativo, que como la semilla, es capaz de sacrificarse para dar fruto abundante ... y así, solo así, brota la alegría en medio de la noche, confiados y comprometidos en seguir haciendo presencia menesiana en medio de ellos, sus preferidos. ¡Gracias!
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