No nos dejemos atrapar por las prisas, los agobios, las preocupaciones,... y aprendamos a crear esos espacios de encuentro con el otro, con uno mismo,...
Es el momento de concedernos esos espacios que nos permitan percibir como está nuestro interior, ser conscientes de nuestras pulsaciones y reconocer nuestros propios sentimientos.
Una oportunidad de regalarnos esa respiración honda y reposada que nos deje contemplar nuestra propia realidad con la calma suficiente, como para acogerla tal y como viene. Y así, que puedan fluir desde nuestro interior esos deseos, sueños que nos pueden alentar en nuestras luchas y esfuerzos de cada día.
Todo esto requiere de un aprendizaje, no siempre fácil, a parar. Saber hacer una pausa que nos permita descansar, sin sentirnos culpables, y de esta forma, ofrecer lo mejor de uno mismo, superando ese riesgo de pensar que somos cuanto hacemos, ¡pues no!, somos mucho más...
Crear espacios, no solo para dejar lugar a quienes se acercan a nosotros, sino también para que disfrutemos de nosotros mismos, del silencio, del descanso, de la soledad, que nos permite contemplar y gozar de todo lo que nos rodea... Crear estos espacios nos permite recobrar esa serenidad, que nos susurra al oído que somos seres habitados por una realidad más grande y primera, el amor.
Aprovechemos a crear espacios así,
sin artificios, pero cuidados,
sin protagonismo, pero personales,
sin forzar, pero reparadores.
Entonces daremos alas a ese interior que nos sustenta y nos alimenta cada día. ¡Ánimo!
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