lunes, 2 de julio de 2012

PALABRAS MÁS HUMANAS...

Es tiempo de palabras más humanas, que nos acerquen más a Dios... Son esas palabras que necesitamos recordarlas, pronunciarlas, y sobretodo, vivirlas, hacerlas carne de nuestra carne.
Inclusión, es una de esas palabras. Me recuerda cuanto nos queda por aprender del amor de Dios. Un amor que no estigmatiza, que no separa entre buenos y malos, ni entre puros e impuros,... Un amor que no discrimina entre orientaciones sexuales, ni creencias, ni ideologías, ...simplemente ama a la persona, a cada persona con nombre propio y rostros bien concreto. Un amor que nos recuerda que somos dignos y únicos para Dios.
Esta hermosa palabra, inclusión, nos impulsa a esa noble tarea de aprender, ¡sí!, aprender a reducir distancias, superar prejuicios, vencer miedos y cultivar lazos. Quizá así vayamos, poco a poco,  logrando que nuestra forma de amar sea cada vez más humana, más inclusiva, al estilo de Dios, al cual no le gusta dejarse a nadie en la cuneta.
Si somos atrevidos y apostamos por la inclusión lo iremos notando, por lo menos en tres cosas...
En nuestra mirada... Sobre el mundo, y sobretodo, a las personas... Esa mirada capaz de ver la bondad de cada ser humano, sin importarnos si es homosexual, marroquí o de derechas... Es esa mirada que es capaz de ir al fondo de las cosas, y que nos libera del juicio superficial o la etiqueta tonta, que nos cierra al conocimiento del otro.
En nuestras palabras, que dejarán de ser duras, categóricas y definitivas. Y dejaremos espacios a otras palabras que nos abrirán nuevos espacios de encuentro, de conocimiento,... y ahí aparece la Palabra, la que se hizo carne, la pronunciada y vivida por Jesús, dignificando a ser humano, especialmente a quienes no les dejan decir su palabra.
En nuestras relaciones, pues compartiremos con quien nadie quiere, y nos haremos los encontradizos con quien más lo necesite. Aprenderemos a tejer lazos de amistad con los preferidos de Dios, los pequeños, los olvidados, los rechazados,...
Inclusión, no hay mejor forma de superar nuestros juicios mediocres, que esconden nuestros miedos mediocres. Así, solo así, empezaremos a experimentar cierto vértigo de la libertad, que nos da el sentirnos hijos, hermanos, habitados por un amor, el del Dios de Jesús, que solo entendió de inclusión, ¡eso sí!, a precio de cruz. Gracias.

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