lunes, 15 de octubre de 2012

¡ANTES MUERTOS, QUE SENCILLOS!

Pues nos sé vosotros, pero yo prefiero la vida. Solo la gente sencilla es capaz de rastrear la presencia de Dios en lo cotidiano. La arrogancia, la superficialidad y la pura imagen, o la autosuficiencia, que tanto nos alimentan los medios, se convierten en unos de los principales obstáculos para el encuentro cotidiano con Dios.
Hoy Jesús nos recuerda (Mt 11,25-30) que nuestro Dios, a quien él llama Padre, se pasea por nuestra vida con "zapatillas de casa". No es necesario complicarse la existencia, ni hacer el pino puente... Él sencillamente se da... Basta que cultivemos esa sencillez de corazón que nos permita ver el amor en las pequeñas cosas de cada día... Un desayuno preparado, una mirada oportuna, un perdón ofrecido, un asiento cedido en el metro, .... y mil gestas anónimas más, que nos hablan de ese entramado, casi invisible del amor.
Precisamente son estos sencillos, quienes descargan mejor  en este Dios Padre, sus proyectos y cansancios, sus aciertos y fracasos, aprendiendo a caminar con las alegrías y desconciertos de cada día. Son ellos, quienes se arriesgan y dan ese salto de confianza de vivir en el amor en estos tiempos recios. Por eso son capaces de compartir espacios, rentas, tiempo, y cariño con quienes son más vapuleados por las circunstancias. La sencillez les ayuda a percibir con serenidad ese amor que todo lo habita y en todo momento, mientras otros andamos inquietos y preocupados, ¡en saber que cosas!
Sí, gracias por esa gente sencilla que hablan de Ti sin decir una palabra, sin aburrir  ni adoctrinar... Gracias por quienes son capaces de ofrecer esa amistad sincera, cargada de estima profunda y condescendencia. Sois, precisamente  vosotros/as, quienes podéis ayudarnos a reordenar nuestras prioridades, y a confiar lanzándonos más allá de nuestros miedos. ¡Gracias!

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