jueves, 10 de diciembre de 2015

ABRIENDO PUERTAS...


Una buena forma de comenzar algo importante. Todo un ejercicio de sencillez y acogida. Se que el camino ha podido ser duro, que quizá te perdiste más veces de las que hubieses querido, o que igual un día marchaste dando un portazo, cargado de rabia y despecho. ¡No me importa!, Cuando vengas hoy, como ayer, te sigo esperando.
Las puertas abiertas nos recuerdan que la última palabra es la del amor. La dureza, el rencor, tener la razón, los argumentos, incluso los actos, por malos que sean, siempre se quedan cortos ante el amor. Nos encierran en esa espiral del revanchismo, o peor aún, del poder, donde al final lo único que importa es quedar yo bien.
Las puertas abiertas nos hablan de la gratuidad, "pase si quiere, usted aquí como en casa".Pasar el umbral y entrar en el hogar, donde se comparte mesa, se dialoga, se cuentan las cosas que realmente importan. Lugar donde no se juzga, solo se escucha, con mirada amable, con tono cargado con la paz,de quien se sabe mil veces antes perdonado.
Las puertas abiertas, nos invita a ventilar, a sacar fuera los malos rollos, las rencillas, las malas caras, los odios arrugados, ¡y tanta mala leche acumulada!, uno no sabe como. ¿Acaso somos tan torpes?
Las puertas abiertas nos hablan de una acogida sin control ni autocontrol. Sin pedir credenciales, sin buscar privilegios ni beneficios,... Una acogida ¡a la buena de Dios!, o como sólo Dios sabe (como ustedes prefieran).Donde la persona es lo primero, ¡vamos!, al estilo de un tal Jesús de Nazaret, ¿les suena?
Las puertas abiertas aportan luz a la casa, corriente fresca, y vida, mucha vida, pues invitan a entrar, preguntar compartir, celebrar,...¡y tantas cosas más!
Abriendo puertas nos advierte de lo inúltil de los cerrojos, para según que cosas. Que cerrar, encerrarse o encerrarlo (¡qué no es lo mismo todo!) solo nos conduce al empequeñecimiento de los demás o de uno mismo. Mejor abrir, abrirse o abrirlo (pidiendo permiso antes, ¡por favor!), y así brillar y hacer brillar.
Buen símbolo para empezar el Año Jubilar de la Misericordia, con tan hermoso gesto: abrir las puertas.
No hay mejor ungüento que cure las heridas que el amor. Así pues, empujemos con ánimo las puertas, acojamos y ventilemos. Nuestro buen Padre Dios no se cansa de invitar  y esperar , pasemos el umbral. Feliz día.

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