En tantas ocasiones nos sentimos con la licencia de juzgar al otro, de cuestionar sus aciertos y señalar sus errores. Incluso nos vemos con el poder de excluirle de nuestro entorno por no considerar que esté a la altura de nuestras expectativas.
Donde todos ven una higuera seca a arrancar, el viñador ver una oportunidad más a cuidar (Lc13,1-9). Toda una lección, que no recuerda que a nosotros "no nos pertenece juzgar ni excluir" (Dolores Aleixandre).
Necesitamos en este tiempo de Cuaresma "reaprender" otra forma de mirarnos y de mirar al otro. Ante la tentación del endurecimiento y la exclusión, hemos de apostar por la paciencia y el cuidado, como una forma de tomar partido por lo más débil, de amar al estilo de Jesús de Nazaret.
Una invitación a sustituir nuestras impaciencias y juicios por la ternura y el cuidado, convencidos en el efecto transformador que tiene el amor.
¿Acaso de la dureza y de la impaciencia saldrá algo bueno? Hemos de aprender a lazar una mirada amable a quienes nos rodean, más condescendiente, que nos permita ver más allá de sus actos, de sus frutos. Una mirada más profunda que sepa respetar los tiempos de cada uno, sus historias ocultas que llevan sobre sus espaldas, y que son tan limitantes...
Desde esa mirada cargada de respeto y bondad, uno renueva esa paciencia, que le hace cada día cavar de nuevo, regar con paciencia, y aprender a confiar en esos gestos que despiertan lo mejor de cada uno. ¡Feliz semana! y gracias.
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