Hay miradas indiferentes, torcidas, perdidas, que matan. Hay otras miradas mentirosas, y que rechazan. También de las que intimidan o amenazan... Pero ninguna de ellas humanizan nuestras relaciones.
En ese compromiso de hacer esta revolución a pequeña escala, cuerpo a cuerpo, quiero proponeros otro elemento clave: Una mirada humanizadora.
Está claro que todo no vale, y que hablamos de mirar de una determinada manera nuestra realidad. Una mirada que nos permita acercarnos a uno mismo y a los demás de forma respetuosa y liberadora. ¡Vamos!, al estilo de Jesús de Nazaret.
Así pues, estamos urgidos a trabajar en nuestros entornos más cercanos: familia, amigos, trabajo,... y más lejanos, una mirada cargada de humanidad ¿Cómo entrenar una mirada así? Una propuesta a estimular cuatro formas de mirar en nuestro entorno:
1.Una mirada que vea más allá de los actos aislados. Conscientes que lo que hacemos no siempre nos define, y conocedores de nuestras propias fragilidades y contradicciones, que en tantas ocasiones nos han hecho hacer lo que no queríamos... Es una mirada que nos ayuda a la experiencia del perdón a uno mismo y a los demás.
2. Una mirada rastreadora de la bondad. Hay auténticos expertos en fijarse en lo que no les gusta, no están de acuerdo, o detectar errores... Pero en la mayoría de las ocasiones, eso tampoco humaniza. Necesitamos auténticos rastreadores de bondad, mujeres y hombres, capaces de intuir lo bueno que hay en cada persona con la que se encuentran. Necesitamos personas capaces de reconocer, expresar y agradecer, en lo cotidiano, con palabras y gestos lo bueno que descubren en el otro. ¡Eso si que es humanizador!
3. Una mirada amable a la vida. Que es inclusiva, que invita a formar parte, que no pone "lineas rojas" tan de moda, que no es limitante y se deja sorprender por el otro, que acoge tal y como viene, sin juzgar ni condiciones. Una mirada que hace fáciles las relaciones e invita a la cercanía, sin preferencias, ni poner condiciones. Una mirada que no hace "de los míos", ni "de los tuyos".
4. Una mirada que provoca y convoca. Una forma distinta de hacer la cosas, pues quien es capaz de provocar una pregunta (¿quién es ese que mira así?,...) con su mirada, también convoca. Pues logra que todos quienes se acerquen a él, se sientan queridos y valorados tal y como son. Y eso, también humaniza.
Una mirada que estimule estas cuatro claves, será profundamente humanizadora, al estilo de la que nos recuerda hoy el evangelio (Jn 8,1-11). Otra pista para avanzar en nuestra revolución humanizadora, cuerpo a cuerpo, día a día. ¡Feliz semana!
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