Inmerso como estamos en las redes sociales, en la innovación, las tics,... todo para lograr hacer nuestro trabajo mejor, la vida más fácil, todo más accesible, no debiéramos perder el horizonte. Necesitamos recuperar lenguajes que son profundamente humanizadores, que conectan con lo profundo de cada uno, y nos alivian en nuestros cansancios y heridas.
Seguimos un mundo apoyados en la ley del más fuerte, que impone, ordena, recorta y decide en función de los intereses de quienes ostentan la fuerza. A la vista está su poco efecto humanizador.
Hoy más que nunca necesitamos una revolución que humanice nuestras relaciones, desde nuestros entornos más cercanos, familia, trabajo, vecinos, barrio,... hasta los más mediáticos. Necesitamos un cine que cuente más la bondad de lo humano, un periodismo más libre, tenemos derecho a unos políticos y líderes que no insulten, ni engañen, ni critiquen por estrategia de partido (Parece que desde que apareció Maquiavelo, artífice de la famosa frase "el fin justifica los medios", todo vale... pero aunque haga ganar votos, tampoco nos humaniza).
Quisiera proponer una revolución a pequeña escala, cuerpo a cuerpo. Donde seamos capaces de recuperar espacios de encuentro, de reconocimiento, de valoración del otro en casa, en nuestros trabajos,... Y esto se puede hacer potenciando eso lenguajes, que si nos descuidamos, podemos perderlos. Y hemos de caer en la cuenta, que son profundamente alternativos. Estos lenguajes no nos darán más poder, ni privilegios, ni seguridades,... pero sin embargo si humanizarán nuestras relaciones.
Hoy quiero reivindicar la caricia. Ese gesto sencillo cargado de amor, amistad, fraternidad que reconoce la vulnerabilidad del otro, y que ofrece, por unos segundos, un espacio seguro, de descanso,de afecto.
Para ofrecer una caria como Dios manda, lo primero necesario es estar cerca de quien lo necesita. No hablo solo de una cercanía física, sino también de una cercanía la emocional que nos permite, aunque estés a miles de kilómetros, poder acariciar al otro. La cercanía nos recuerda que para humanizar hay que estar en primera línea de batalla, y por tanto, debemos evitar mirar a otro lado, escurrir el bulto, echar la culpa al otro, o esconderse detrás de la queja,... Tú mantente y ofrece tu caricia.
Lo segundo, es un sincero ejercicio de empatía, de ponerme en lugar de quien creo que necesita mi caria. Donde lanzo un mensaje inequívoco: "Tu vida me importa".
En tercer lugar, recordar que los gestos suelen necesitar muchas palabras. Así que ¡cállate! Un gesto si es sincero y proporcional a la confianza que tenemos con esa persona, es muy clarificador, y hablar puede obligarle a tener que decir algo que ni pueda ni deba decirlo.
Por último, recuerda que la caria, como gesto afectuoso, nos desvela nuestro fin único en el mundo: amar y dejarnos amar. ¡Y eso sí que es humanizador!
Así pues, apuntémonos a esta revolución. Gracias.
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