Me considero un tipo afortunado. Recién aterrizado en tierras chilenas y bolivianas se inicia para mi un nueva etapa de reaprendizaje, culturas y costumbres nuevas toda una presencia educativa hermosa posible gracias al esfuerzo de muchos. Se ha abierto para mí un tiempo de escucha y diálogo, que se ha traducido en conversaciones con hermanos, educadores y jóvenes. Un tiempo para aprender a amar.
Esta mañana gracias al encuentro con Kevin, me ha resonado de nuevo en mi interior:"¡cuántos jóvenes sufren en silencio!" Al finalizar la conversación se resonó esa llamada urgente a saber estar en medio de ellos e impulsar en nuestras escuelas menesianas hermanos y educadores que sepan acompañarlos.
Una tarea apasionante hacernos cada día hermanos de quienes no lo esperan, como hoy me sucedió con Kevin. Una llamada a crear lazos con los jóvenes, que el propio Juan María de la Mennais, hizo permanentemente a los hermanos. Cuatro claves me parecen esenciales, las comparto con ustedes.
1. Estar atentos. Necesitamos educadores, hermanos que presten atención a los jóvenes, a sus caras, a sus miradas, a tonos de voz,... Educadores y hermanos que levanten su mirada de las programaciones y los libros (en algunos lugares ya son ipads) y vean la vida que fluye por sus alumnos/as. Hermanos y educadores que sean capaces de ver más allá de una mala contestación o una tarea sin hacer.
2. Necesitamos hermanos y educadores que sepan escuchar con plena atención: guardando silencio, dejando hablar, mirando a los ojos, como si de un ejercicio de contemplación fuera (Ya nos decía Juan María la escuela es nuestro templo).Un silencio que hace posible una escucha sin juicios, dando oportunidad a que se expliquen, encuentren sus palabras y tengan una experiencia liberadora. Una escucha sin condiciones donde lo importante no es tener razón sino la vida que se esconde en tantos problemas. Una escucha que lleve al joven (a Kevin, a Dani,... y a tantos otros) más allá de lo que esperaban.
3. Necesitamos aprender a acoger. Aceptando a cada joven como es, con un deseo sincero de empatizar y meternos en sus zapatos. Sin consejos prematuros que suenen a enlatados. Cuidando un clima cálido y sencillo, libre de etiquetas que los empequeñezcan. Hermanos y educadores que acojan las palabras de los jóvenes como tierra sagrada, donde Dios también se da a conocer.
4. Educadores y hermanos dispuestos a ofrecer. Primero su tiempo, dejando las prisas, los agobios a un lado. Creando espacio y tiempo para el encuentro y la escucha como una opción radical (pues apunta a la raíz, a lo esencial de cada joven) y estar dispuestos a caminar junto ellos. Necesitamos ofrecer palabras y gestos oportunos que ayuden a los jóvenes a descubrir que no están solos. Educadores y hermanos capaces de ofrecer una mirada trascendente y profunda de la realidad de los jóvenes, pues somos seres habitados por un Amor primero, que nos reconoce como hijos y hermanos. Necesitamos hermanos y educadores capaces de ofrecer experiencias que ayuden a los jóvenes a pensar y reflexionar, pero sobretodo, a buscar su felicidad.
Gracias a Kevin y a tantos jóvenes con los que he compartido vida.
Gracias por lo aprendido de cada uno de ellos.
Gracias por su vidas entrelazadas.
Gracias por su confianza regalada.
Gracias por sus búsquedas.
Gracias por el amor que en sus vidas se oculta,
y está llamado a brillar.
Cada uno de ustedes me enseñan cada día a hacerme hermano de quienes no lo esperan. Gracias.
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