Estamos en un mundo de relaciones frágiles, donde están continuamente amenazadas por la violencia, el abuso, la manipulación y la superficialidad, que nos empuja a vivir desde las apariencias. ¡Cuántos jóvenes sufren en silencio de un déficit de relaciones con sentido, dignidad, que les abran la puerta a vivir con alegría de sabernos amados! ¿Acaso nuestro buen Dios puede querer de cada uno de nosotros otra cosa que seamos felices?
En la fiesta de la Trinidad una invitación a acoger con esperanza esta realidad tan desconocida para muchos, y a la vez, profundamente liberadora de un Dios que es pura relación de amor y que nos abre la oportunidad preciosa de crecer y poner luz en nuestras relaciones, con uno mismo, con los demás y el mundo que nos rodea.
En esta Trinidad de Dios, pura revolución de amor, se nos regala tres claves para vivir con más plenitud nuestras relaciones cotidianas.
1. ¡Descentrate! En Jesús de Nazaret descubrimos un Dios que sale de sí mismo, y de sus entrañas se comparte con Jesús en un compromiso de cercanía y compasión por toda la humanidad, en especial por los más olvidados y ninguneados del planeta. En Jesús, una invitación a vivir nuestras relaciones saliendo de nosotros mismos, a reconocer que no somos el centro del universo. Una invitación a vivir en una nueva cultura del encuentro que nos permita conectar con el sufrimiento y lo hermoso de quienes nos rodean. Acojamos y aprendamos del otro, del diferente, de quienes nos necesitan, de quienes necesitamos.
2. ¡Experimenta la gratuidad!, es decir, dar sin esperar nada a cambio. A través de Jesús conocemos un Dios que es Padre, incondicional y pura ternura. Nos siente vergüenza por ninguno de nosotros, y nunca nos cerrará la puerta. No nos juzga por lo que hacemos, pues su amor nos hace hijos, y cura nuestras heridas "de guerra", de nuestras luchas y mediocridades. Se nos invita a vivir nuestras relaciones desde esa gratuidad que nos hace empezar de cero cada día viviendo la experiencia del perdón, a reconstruir desde el amor nuestras heridas que en tantas ocasiones no hacemos entre nosotros, a mirar con condescendencia (simpatía) la debilidad ajena, pues experimentamos esa mirada amorosa del Padre sobre la nuestra.
3. ¡Confía! Y superarás tus miedos. El buen Dios se da en Espíritu y verdad. Nos da su Aliento de Vida (Espíritu Santo) que nos recuerda que somos seres habitados por su Amor definitivo y eterno. Sabernos amados estimula en nosotros esa confianza que necesitamos para vivir lo cotidiano con más fuerza y esperanza. Una invitación a vivir nuestras relaciones desde una confianza que nos abre al otro sin exigirle nada a cambio. Una confianza que nos impulsa a acompañar y a dejarnos acompañar, como lo hace el buen Dios, con su Espíritu. Es así como nos abrimos a la novedad y somos capaces de ir más allá.
Descentramiento, gratuidad y confianza tres claves que pueden revolucionar nuestras relaciones y llenarlas de plenitud, sentido y esperanza. Una oportunidad de estimular una cultura del encuentro, que nos abra a lo comunitario, al mundo. Él va delante, el ya lo hace posible en cada uno de nosotros, solo hace falta acoger, no más. Gracias y pasen buena semana.
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