Para mí "la noche" es ese momento vital, por el que pasamos muchos, en el cual no sabemos donde estamos, ni donde queremos ir. Parece que las decisiones urgen y aprietan, ¡pero ni con ésas!, somos capaces de dar un paso cierto hacia delante.
La noche, ese momento vital, donde el miedo se adueña de nosotros, y nos impulsa inútilmente a controlar nuestro futuro y aferrarnos a seguridades, que el fondo, sabemos inciertas.
La noche, ese momento vital donde las relaciones pesan, y sin saber muy bien porqué, nos da por cerrar "puertas" y "ventanas", ¡como si eso fuera ayudarnos a encontrar "luz"!
La noche, ese momento vital que nos hace vivir todo bajo sospecha, y nos hace refugiarnos en un pasado que nos hace daño, aunque no lo sepamos. Un pasado que nos devuelve un sabor amargo cargado de tristeza y rabia, a veces incontrolada. Y así, nos hacemos duros por dentro. Conmigo mismo, con los demás, con el mundo... Y acabamos sufriendo por dentro, sin que nadie se entere, ocultando nuestras heridas y soportando un peso, del cual no sabemos cómo liberarnos y nos conformamos con acumular y disimular, ¡con todo lo que supone de desgaste emocional.! ¡Qué difícil es caminar en la noche!¡Qué peligroso pensar que podemos solos!
En mi experiencia como educador y acompañante, no ceso de encontrarme con esta realidad cotidiana entre jóvenes y adultos. ¿Podemos salir de "esta noche"? La respuesta es clara, ¡sí!
Somos muchos quienes hemos pasado por momentos difíciles y hemos vivido experiencias duras: pérdidas, decepciones, engaños, fracasos, pérdidas, agresiones,... Las lista es innumerable. He de confesar que he tenido conversaciones con jóvenes, en los que el corazón se me ha encogido hasta el extremo.
Hartas personas sufren en soledad. No hay más noble y urgente tarea, que poder decir a cada uno, ¡no estás solo!, tu vida me importa y camino a tu lado. Hoy más que nunca es necesario en el campo educativo y pastoral la tarea de acompañar, escuchar a fondo, hacer visible en gestos y cercanía, nuestro lema del año: "Nunca caminaremos solos".
¿Y cuál es nuestro papel? Hacernos hermanos cada día apostando por tres ACTITUDES, profundamente humanizadoras.
1. Hay que estar. Tenemos que comprometernos en la cercanía y presencia ante quienes sabemos nos necesitan. Es necesario descubrir que estar, acompañar y escuchar a fondo perdido, nunca es una pérdida de tiempo. Nos hacemos hermanos de los jóvenes, cuando somos capaces de estar con ellos, escuchar, crear lazos, ¡no hay otra!
2. Abrir la puerta de la aceptación. La única puerta de salida de la nuestras tristezas y rabias, que nos encierran en nuestro pasado, es la ACEPTACIÓN. Ese ejercicio interior de mirar a nuestro pasado con amabilidad y realismo: reconociendo nuestras fracasos y fragilidades, respetando nuestras heridas, y concedernos el tiempo que necesitemos (cada uno sabrá cual) para acogerlo con cariño, y aprender a querernos con todo ello. Para los que somos creyentes, ahí descubrimos la ternura de Dios, que no se escandaliza absolutamente de nada de nuestra historia pasada, y nos impulsa con su misericordia y gratuidad, a aceptarnos como somos. No llegamos a creer plenamente en el perdón de Dios, hasta que no aprendemos a perdonarnos a nosotros mismos.
3. Despertar la auténtica confianza. En uno mismo, en los demás,... Solo confiamos en verdad, en quienes nos pueden fallar, en quienes no nos pueden ofrecer seguridad. ¿Qué sentido tendría confiar en quien sabemos nos ofrece seguridad o nunca falla? La confianza es esa experiencia que nos hace salir de nosotros mismos y nos permite ir más allá... de nuestros miedos, de nuestros agobios, de nuestros bloqueos,...
¿Qué impulsa la confianza? Un amor incondicional, gratuito y desinteresado. La confianza bien entendida, nos hace superar nuestros miedos, y la pretensión inúltil de controlar el futuro. En Jesús, en sus gestos, en sus relaciones, descubrimos ese amor capaz de devolver la vista, o de recuperar las ganas de vivir de nuevo.
La noche viene, y en ocasiones sin avisar. Pero, ¡se puede salir de la noche! La aceptación y la confianza, nos conectan con nuestro aquí y ahora, con nuestro presente, que es donde estamos llamados a ser felices. Es donde podemos aprender de nuestros errores, es donde nos dejamos sorprender y admirar de nosotros mismos, de los demás, de la presencia amorosa del buen Dios que nos cuida.
Hoy más que nunca, necesitamos:
- Hermanos menesianos dispuestos a hacer camino sabiendo escuchar a los jóvenes,
- Comunidades - hogar , que generen espacios de acogida y servicio a los jóvenes que más nos necesitan,
- y una Escuela Menesiana capaz de ofrecer esos "espacios verdes" cargados de paz, empatía, y escucha profunda, de la que tanto están necesitados nuestros jóvenes.
Por qué hablas de noche?? Quién está en la noche??
ResponderEliminarHartos jóvenes....y no sólo...
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