Cómo nos situamos en el mundo, desde dónde queremos vivir, qué tipo de relaciones y con quienes las tenemos, son decisiones exclusivamente de cada uno. En esto, no podemos culpar a nadie, es cosa nuestra.
Hoy Viernes Santo, hacemos memoria de quien nos mostró un estilo, una manera. No es la única, ni siquiera me atrevo a decir que sea la mejor. Pero desde luego, si la que más humaniza.
En Jesús, descubrimos el abrazo de Dios a la humanidad más sufriente. Estar cerca, ponerse al lado de quienes sufren las injusticias, dar la cara por los más ninguneados y descartados, hacernos hermanos de quienes más nos necesitan y menos lo esperan,... Son actitudes que recuerdan el abrazo de Jesús en la Cruz.
Un abrazo cargado de un silencio compasivo. No hizo un mitin, no se justificó, no se defendió, no contraatacó,... Solo aceptó dar la cara por lo más olvidados y rechazados de su pueblo. Su silencio, cargado de un amor hasta el extremo, le llevo a sobrellevar el rechazo, las calumnias, el maltrato, hasta la muerte, por puro amor. Una vida entregada por puro amor, es el abrazo definitivo.
Hoy mirando la cruz, recordamos el abrazo más humano y pleno de Dios a toda la humanidad.
Hoy más que nunca, haciendo memoria del crucificado, estamos llamados a renovar nuestro compromiso por estar cerca y dar la cara, como familia menesiana, y como seguidores de Jesús, de los jóvenes y niños que más nos necesitan y menos lo esperan, de hacer gestos definitivos de acogida y servicio, que visibilicen el abrazo de Dios a la humanidad. Y esto no va suceder, sin rechazos, sin presiones, sin amenazas, ni sin sufrimiento. ¿Dónde están nuestros abrazos? "Dichosos cuando hablen mal de ustedes". ¡Gracias y feliz Semana Santa!
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