miércoles, 2 de octubre de 2013

ACOMPAÑANDO LA FRAGILIDAD

Gracias a mi amiga Ángela, no quería irme a descansar sin compartir con vosotros una convicción. En los momentos de debilidad, cuando nuestra fragilidad se hace más patente, podemos ir de la mano. No tenemos porque caminar solos. Quizá no caemos en la cuenta con facilidad, pero el ser humano está preparado para esta noble tarea de estar junto a los que sufren.
Podemos andar en medio de la niebla de la rabia, la impotencia, el desconcierto o el más absoluto desconocimiento... ¡Basta dejarnos coger la mano!,... En los momentos más duros y difíciles, la Vida pone a nuestro lado esas personas, tan maravillosas como discretas, que saben ofrecernos sus manos y nos guían en medio de una niebla, que momentos antes pensábamos insalvable. Dios nunca deja que el agua nos llegue al cuello, nos acompaña, y se sirve de "esos ángeles", que con su delicadeza y cariño van aliviando y sanando  nuestras heridas. No hemos de temer nuestra propia fragilidad (física, psicológica o afectiva), pues forma parte de nuestra condición humana. Quizá debiéramos preocuparnos más por como la afrontamos, y no dejarnos devorar por la soledad y la desesperanza. 
Hemos de recordarnos que el Dios de Jesús, ¡que sabe lo suyo de sufrimiento y cruces!, nunca abandona, Él es de los que permanece, de los que no abandona, de los que ofrece manos en medio de la niebla, y nos susurra al oído, "No temas, Yo estoy contigo, compartiendo tu suerte".
Nuestro Dios adora la debilidad, y lejos de juzgarla, la abraza con ese amor de Padre, que no pide explicaciones, solo ama.
Así pues, si por un casual quieres acompañar la fragilidad propia o ajena, solo ama y déjate amar... ¡Y aprendamos a caminar en la niebla!, ella nos enseña lo importante de confiar. Es así como logramos salir de esa niebla espesa y llegar a ver un horizonte más esperanzador. Un recuerdo fraterno a todas aquellas personas que les toca caminar en la niebla, ¡nunca estamos solos, ¡animo y gracias!

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