jueves, 16 de diciembre de 2010

LA FLOR DEL DESIERTO

¿Quién va al desierto? Así de primeras... yo diría que nadie... El desierto como lugar ausente de comodidades y de actividades atractivas, donde los extremos se tocan, donde hay aparente ausencia de vida... no es que sea referente en nuestros destinos turísticos, ¿verdad?
Y sin embargo, el desierto tiene una atracción vital. Tan llenos de todo, en ocasiones uno siente la necesidad de vaciarse, de simplificarse, de hacer una experiencia de desierto... momentos en los que decimos ¡hasta aquí hemos llegado!... son momentos donde uno busca, necesitamos oír nuestro interior, descubrir la vida que se nos esconde, como en el desierto. Son momentos donde sentimos nuestra propia aridez y necesitamos el contraste,que nos permita encontrar nuestra flor del desierto, la vida que se nos esconde.
El desierto ha tenido siempre una fuerte carga simbólica. En la Biblia ha sido lugar de los grandes encuentros, que ha acercado al hombre a Dios. Lugar de contradicción, donde aparentemente no hay apenas vida, te sorprenden signos de vida con una fuerza inexplicable, superando condiciones extremas.
La flor del desierto me recuerda que por más duros que sean los momentos que nos tocan, la vida siempre brota para quien lucha denodadamente, reflejando ese brote de esperanza, que nos dice "la vida siempre es posible".
La experiencia de desierto requiere de cada uno lo mejor, desarrollando ingenio, cualidades, ... y a la vez, es una experiencia de sencillez y simplicidad que en pocas ocasiones tenemos la oportunidad de saborear.
En ocasiones uno se ve como arrojado en medio de la nada, y en otras, uno busca desesperadamente ese espacio de soledad - intimidad que nos permita percibirnos y darnos tiempo,... No importa como acabamos en él, si nos llevan o me voy, la clave para mi es descubrir la flor, la que uno lleva dentro. Gracias.

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