No todo vale. No todas la palabras tiene la misma veracidad, y lo sabemos. No todos los hechos aportan y construyen igual, es una evidencia. No todas la personas alienta e inciden igual en nuestras vidas, y eso es necesario caer en la cuenta y aprender a distinguirlas.
Soy un tipo con suerte, no me cabe duda. Pues he tenido la ocasión de conocer a personas que realmente han sido para mi inspiradoras. Son personas "enganchadas" con la vida, como enchufadas con lo cotidiano. Que me han enseñado eso de vivir con intensidad cada momento, que se viven desde lo que creen, que pasan por su día, haciendo el bien. Son hombres y mujeres, con una mirada reconciliada con ellos mismos y con el mundo que les rodea. Que son anónimos y no buscan reconocimientos. Que si pusiera aquí sus nombres, se sentirían incómodos, que no molestos. Persona de carne y hueso, imperfectas, como tú y como yo, pero que marcan diferencia cuando las conoces. Te abren los ojos y el corazón. Te llevan a relativizar la infinidad de tonterías que nos preocupan y nos ocupan el tiempo. Y te plantean, sin decirte nada, la necesidad de reorganizar de nuevo tus prioridades.
Con ellas, te sientes cómodo, escuchado , valorado y espoleado a descubrir que les lleva a ser así, buenos, sencillos, sin aristas, directos, y a la vez respetuosos. Si pienso en ellas, no son muchos, y es fácil ponerlas rostro, creo que tienen un elemento común muy fuerte. Son personas profundamente amadas. Mejor dicho, personas conscientes de que son profundamente amadas. No son Santos/as, en su acepción eclesiástica, donde uno tiene que "demostrar ser capaz de hacer el pino puente". Son sencillamente, santos, según el evangelio de Jesús. Personas que ha conectado con su propuesta de vida, les ha enganchado su corazón, y no pueden menos que intentar vivirlo. Solo pasan por su día haciendo el bien. Para algunos no es motivo de extrañeza y menos de admiración, no es causa de beatificación... para mi, un regalo de Dios, bendición para quienes se encuentran con ellas, y que me recuerdan cada día, que la propuesta de Jesús, sigue viva, merece la pena y ensancha la vida de quien sabe acogerla.
Gracias a ellos, es fácil hacer memoria y recuerdo de la palabras de Jesús, Yo soy la verdad, el Camino y la Vida. Soy afortunado. Gracias.
Soy un tipo con suerte, no me cabe duda. Pues he tenido la ocasión de conocer a personas que realmente han sido para mi inspiradoras. Son personas "enganchadas" con la vida, como enchufadas con lo cotidiano. Que me han enseñado eso de vivir con intensidad cada momento, que se viven desde lo que creen, que pasan por su día, haciendo el bien. Son hombres y mujeres, con una mirada reconciliada con ellos mismos y con el mundo que les rodea. Que son anónimos y no buscan reconocimientos. Que si pusiera aquí sus nombres, se sentirían incómodos, que no molestos. Persona de carne y hueso, imperfectas, como tú y como yo, pero que marcan diferencia cuando las conoces. Te abren los ojos y el corazón. Te llevan a relativizar la infinidad de tonterías que nos preocupan y nos ocupan el tiempo. Y te plantean, sin decirte nada, la necesidad de reorganizar de nuevo tus prioridades.
Con ellas, te sientes cómodo, escuchado , valorado y espoleado a descubrir que les lleva a ser así, buenos, sencillos, sin aristas, directos, y a la vez respetuosos. Si pienso en ellas, no son muchos, y es fácil ponerlas rostro, creo que tienen un elemento común muy fuerte. Son personas profundamente amadas. Mejor dicho, personas conscientes de que son profundamente amadas. No son Santos/as, en su acepción eclesiástica, donde uno tiene que "demostrar ser capaz de hacer el pino puente". Son sencillamente, santos, según el evangelio de Jesús. Personas que ha conectado con su propuesta de vida, les ha enganchado su corazón, y no pueden menos que intentar vivirlo. Solo pasan por su día haciendo el bien. Para algunos no es motivo de extrañeza y menos de admiración, no es causa de beatificación... para mi, un regalo de Dios, bendición para quienes se encuentran con ellas, y que me recuerdan cada día, que la propuesta de Jesús, sigue viva, merece la pena y ensancha la vida de quien sabe acogerla.
Gracias a ellos, es fácil hacer memoria y recuerdo de la palabras de Jesús, Yo soy la verdad, el Camino y la Vida. Soy afortunado. Gracias.
¡Qué bonito y qué cierto, Natxo! y... tú eres de esas personas, no lo dudes. Un abrazote.
ResponderEliminar¿Gracias, Elena!, el cariño te ciega, jejejeje... Somos seres afortunados cuando nos descubrimos acompañados en la vida por personas así. No perdamos aportunidades
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