Podemos caminar por la vida como anestesiados, indiferentes a lo que pasa a nuestro alrededor, o bien, apostamos por caminar, tocando la realidad. Es una opción. El evangelio nos recuerda cual es la opción de Jesús. Es inequívoca. Él toca nuestra realidad, la más dolida, la más herida.
Es como una llamada, una invitación, a sentir el sufrimiento, pequeño o grande, de quien camina a nuestro lado. En mi caso, como educador, a acoger el sufrimiento de los jóvenes sin expectativas, sin proyecto ni ilusiones, que no saben quererse, que sufren la violencia o el abandono, jóvenes que arriesgan su físico para buscar un futuro mejor,...
Un toque de atención a cultivar una mirada, más profunda y compasiva, a nuestro mundo. Somos capaces de hacerlo, si estamos dispuestos a compartir camino con ellos, ¡es posible!.
¿En qué se nota que vamos ganando en esa mirada más compasiva?
1. En que vamos aprendiendo a pararnos en el camino de la vida. Descubrimos que lo nuestro no es lo primero, ni más urgente. Empezamos a priorizar de otra forma, cambiando nuestro esquema mental. Y surgen pequeños actos de generosidad espontánea, un cambio de planes inesperado, una visita oportuna, una llamada a tiempo, un favor incómodo,... son pequeños ungüentos para quienes nos rodean.
2. Otro síntoma es la indignación. No tiene nada que ver con montar un "numerito",vaya por delante que no pienso en el movimiento 15 m, que respeto, pienso más bien, en quienes aprovecha una circunstancia dolorosa ajena para darse publicidad. La indignación la entiendo como ese dejarse afectar y tocar por las injusticias y sufrimientos, propios o ajenos, que nos revuelven las tripas, nos plantean preguntas y nos empuja a comprometernos buscando respuestas ... Nos descubrimos que no somos de plástico, ni marionetas, sino que tenemos un corazón cargado de vida, dispuesto a dejarse alcanzar por la vida.
3. Cuando lloramos con el que llora, o reímos con el que ríe. Cuando sentimos que nuestra empatía crece y hace de nuestras relaciones más humanas y cercanas. Haciendo que pequeños gestos muy cotidianos, sean auténticamente sanadores, un abrazo, una palabra más suave, una mirada condescendiente, un silencio respetuoso,...
Así vamos creciendo en una mirada más compasiva a lo cotidiano, haciendo presente un amor, el de Dios, que no tiene medida. Pero necesita de lo humano, de ti y de mi, que como dice el poema: "gesto, hermano, gesto, que es amor encarnado" Gracias
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