... Traicionamos lo mejor que llevamos en nuestro interior, nuestra capacidad de amar. Lo notamos en los cascos rotos que dejamos a nuestro lado: ausencia de perdón, prepotencia, engaño, competitividad, abusos, búsqueda obsesiva del éxito,... son signos claros del deterioro de nuestra propia condición humana y de las injusticias a las que sometemos a nuestros semejantes.
Cuando nos olvidamos de los hombres, nos olvidamos de Dios. "Quien no ama a su hermano a quien ve, no puede amar a Dios a quien no ve". El otro, el distinto a mí, es mediación inequívoca de encuentro con Dios.
¿La solución a tanto olvido?... busquemos en nuestro interior. Somos seres tocados por su amor. Despertemos ese volcán, como el de la Restinga, y saquemos lo mejor de cada uno de nosotros. Desempolvemos nuestra capacidad de compromiso, de tejer lazos, de reducir distancias, de fomentar encuentros, de reconocer al otro, no solo como ser humano, sino como hermano.
No hay otra manera mejor de hablar de Dios, que dignificando al hombre, levantando al caído, acompañando a olvidado, tendiendo la mano a quien la necesita. Signos de vida, que llevan a la vida.Gracias
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