Es como un ideal estúpido que en ocasiones nos autoimponemos, o que otros nos lo presentan como una meta deseable en la vida. Pero, ¡gracias a Dios!, tenemos grietas, heridas, inconsistencias, que nos recuerdan en nuestro interior más profundo que la perfección es un mito. Por cierto, esto nos ahorrará unos cuantos dolores de cabeza y sufrimientos innecesarios. ¿Cuántos esfuerzos por maquillar, ocultar o disimular nuestras grietas?... Esfuerzos inútiles, que podíamos haber empleado en algo más positivo que en artificios de ocultación.
Saquemos lo mejor de cada uno, ofrezcamos descaradamente nuestras cualidades, pongamos sobre la mesa de lo cotidiano, en nuestras relaciones, en nuestro trabajo, o en nuestros estudios,... lo mejor que somos y tenemos. Hagámoslo sin importarnos nuestras heridas de guerra o inconsistencias. Todas ellas, si no las dejamos, no serán capaces de ocultar todo lo bueno que habita en nuestro interior. Entonces, afrontamos nuestras dificultades, nuestros obstáculos con una creatividad capaz de ponernos en pie y ponernos en movimiento.
No somos perfectos, ¿y qué?... somos mucho más que perfectos... somos seres amados y con un potencial que va más allá de nuestras fragilidades. Solo es necesario aprender a dejarse amar y ofrecerse. Gracias.
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