Las hay que incomodan, que molestan, que hieren, que ofenden, que provocan rechazo, sin pretenderlo, sin buscarlo. Hay presencias que buscan abiertamente la confrontación, la ofensa, el daño,... son las de quienes han optado vivir en el resentimiento, sin ser conscientes que el propio mal que desean y provocan, les consume internamente.
Yo prefiero aprender de otras presencias. Las de quienes buscan aliviar el sufrimiento ajeno, las de quienes están dispuestos, como Jesús, a sanar la heridas de cada día. Sin estridencias ni rarezas, simplemente estando, escuchando, acompañando, ofreciendo ese apoyo oportuno, porque sabemos estar cerca. Dura escuela. No es fácil. Pero profundamente liberador, porque exorciza todos nuestros fantasmas, nuestros miedos y complejos. Y nos recuerda que siempre se puede ir más allá, cuando se trata de estar cerca de quien sufre el olvido, la pérdida o la humillación.
Hoy Jesús nos recuerda, que la relevancia no está en el mucho saber ni tener, sino en la capacidad de saber estar cerca del que más nos necesitan.
"... Danos entrañas de misericordia
ante toda miseria humana,
inspíranos el gesto y la palabra oportuna
frente al hermano solo y desamparado,
ayúdanos a mostrarnos disponibles
ante quien se siente explotado y deprimido..."
(Plegaria Eucarística V/b)
Busquemos esas presencias cotidianas capaces de liberar, sanar a quienes se sienten arrinconados y olvidados, sobrepasados por su sufrimiento,... eso sí que hace reino, con otro estilo, inclusivo, humano, más cercano... al estilo de Jesús de Nazaret. Feliz semana y gracias.
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