jueves, 19 de abril de 2012

LOS CAMINOS DE DESCENSO...

Son esos caminos alternativos, que uno se encuentra como en la ruta del Cares, aparentemente impracticables, estrechos  y sinuosos, no dejando claro a donde nos va llevar... ¿Me atreveré?, ¿seré capaz?, ¿me lanzo?,... Después de tomar dicho sendero, cuyo descenso fue vertiginoso,  solo cabía disfrutar y acoger esa belleza que se nos regala a manos llenas, descender en a penas unos pocos metros a la altura del  río y sobrecogerse por la sonoridad, la vida que fluía por todas partes...
Creo que en la vida nos pasa parecido... Es necesario realizar estos descensos atrevidos, bajar de nuestras alturas, que nos hacen sentirnos poderosos, seguros y dueños, para que logremos disfrutar de lo hermoso que se nos regala en lo discreto y sencillo de cada día, casi sin darnos cuenta. Son esas personas, esos gestos y miradas, que van por los senderos de abajo, y que en ciertos momentos explican y dan razón de lo que pasa en la superficie, que por desgracia es con lo que nos solemos quedar para no complicarnos la vida.
¡Qué bien nos enseñan nuestros chavales!... Son ellos quienes ponen de manifiesto la necesidad de iniciar estos descensos. Nuestra formación, nuestros títulos, nuestros años de experiencia,... No son más que bienes de "altura", que no nos acercan a ellos, poniendo de manifiesto ese reto de aprender a despojarnos de "tanta distinción" y atreverse a lanzarse por los senderos sinuosos de los lazos, el perdón, el con-tacto, ese acercamiento respetuoso que nos ayuda a quererlos y aceptarlos como son, sin quererlos hacer a nuestra imagen y semejanza... Es entonces cuando ocurre el milagro de ver en ellos esa belleza escondida, que les muestra tal y como son. Cuando esto sucede, somos habitados por una alegría profunda y oculta, difícil de explicar, que hace olvidar esfuerzos y caídas, cansancios y heridas de nuestros descensos por el duro camino de despojarnos de lo mucho que nos sobra.
Amar al desnudo, solo lo ha hecho Uno, los demás solo podemos aprender, aproximarnos, aunque sea de lejos, porque intuimos la vida abundante que se nos regala. Con temor y temblor, intentarlo una y otra vez, para lograr acoger tanta belleza secreta, y oculta a quienes solo se quieren mover por "las alturas". ¿Será esto del descenso una pista para aprender a nacer de nuevo? ¡Feliz Pascua!

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