En ocasiones la vida nos pone sobre aviso y nos desvela que andamos dando tumbos, de acá par allá, queriendo cubrir expectativas propias y ajenas, como si eso fuera posible... Por muy legítimas que sean todas ellas, incluso honorables, vivir queriendo cubrir expectativas, nos hace vivir desde fuera, perdiendo la conexión con nuestro interior, desgastándonos y perdiendo el sentido de lo que hacemos.
En esta dinámica la rutina y el reproche se adueñan de nosotros agriando todo aquello que nos pone en marcha. Una invitación de nuevo a afrontar nuestra vida cotidiana de forma alternativa. Una propuesta a estimular la escucha atenta del otro convirtiéndonos, nosotros mismos, en el mejor regalo que puedan recibir. Se trata de ese ejercicio de ofrecer nuestro tiempo, de aprender a estar con el otro, como gesto de cariño.
Nuestra autosuficiencia, por un lado, y nuestras visión pragmática de la vida, por otro, se convierten en nuestros principales enemigos para afrontar de forma alternativa nuestra vida cotidiana. Corremos ese riesgo de querer ser valorados por los que hacemos, buscando las "migajas" de los reconocimientos y solo escuchándonos a nosotros mismos.
Quizá lo que más necesite el ser humano hoy, es saberse acompañado, tener la certeza de que no estamos solos, que hay quienes caminan a nuestro lado, aunque sea en ese silencio habitado. Nuestro saber estar, querer acompañar a quienes realmente lo necesitan, les aporta esa dignidad que les permite saberse profundamente amados.
Nos queda esa tarea cotidiana de estar atentos, a la escucha, de quienes a nuestro lado demandan simplemente que estemos, sin hacer mucho, una presencia discreta, conscientes que nos queda mucho que aprender de nuestros compañeros de camino. Gracias.
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