...Pero sin que te pillen, ¡por supuesto! Habrá quienes piensen que el único error de este tipo es que le han pillado, ¡mira que es tonto! ¿Pero a quién no le gustaría tener veintidós millones libres de impuestos en una cuanta de Suiza? ... ¿Si tuviéramos la ocasión no lo haríamos nosotros? (Con más habilidad evidentemente, ¡que no nos pillen!)
¿Quién no es tentado? Ahora le ponemos a escurrir al sujeto, y no es que no se lo merezca, pero este hecho y otros parecidos, me hacen pensar en nuestra condición humana, y como puede haber en nuestro interior una fuerza insaciable de poder, prestigio o riquezas, que puede empujarnos a aquello, que hasta hace dos días uno no pensaba verse en esa situación. No justifico para nada la conducta de este tipo, ¿Pero harías tu lo mismo, pero con más habilidad, si pudieses?
¿Qué nos tienta a nosotros? ... Igual nos sorprendemos y descubrimos que nos vendemos por bastante menos de veintidós millones de euros, que nuestra catadura humana se conforma con menos...
Si por un casual, y siendo honestos con nuestro interior, nos tuviésemos que responder afirmativamente a nuestra pregunta... Nos serviría como un importante toque de atención sobre donde ponemos el corazón y por que parte de nuestra muralla atacará el enemigo. Siempre por la parte más débil, ¡no lo dudéis!
Así pues, amigos, ¡estemos alerta!, y apoyémonos en esas tres pistas que nos deja Jesús en el Evangelio de hoy (Lc 4,1-13)
1. El dinero, los bienes, nunca llega a saciar a la persona, siempre se quiere más. El agradecimiento por lo que se tiene y la sencillez en nuestras aspiraciones, nos puede ayudar a encontrar lo esencial, lo que realmente es importante en la vida. (No me extraña que Abidal haya vendido todos su coches de lujo... Hay momentos en donde uno descubre que una cosa solo es necesaria...)
2. El poder no busca el bien común, es el guante blanco de la injusticia, por desgracia nos sobran ejemplos al respecto. Busca ese bien común, reduce las diferencias entre los seres humanos, apuesta por el que sufre, es la mejor forma de adorar a nuestro Dios. ¡Lánzate a pequeños gestos!
3. ¡No te columpies!, no te creas más que nadie, en el fondo, esa será tu perdición. Te distanciará de los demás, de ti mismo, y de Dios. Todos somos limitados, y siempre llegará ese momento donde todos nos igualamos, la hermana muerte (decía S. Francisco) que nos viste a todos igual.
En Jesús, y a pesar de nuestras contradicciones, somos amados por Dios esféricamente, ¡por todas partes!, eso juega a nuestro favor. Solo queda dejarnos. Buena semana y gracias
Buena reflexión... siempre he pensado que en nuestro interior se libra una batalla como la que Jesús tuvo en el desierto... ¿Quién ganará?
ResponderEliminarGracias, me gustaría pensar que salimos airosos de ellas, pero no siempre uno se fía, y acaba sucumbiendo... ¡Nuestra fragilidad!, es bueno encontrarse cara a cara con ella, nos enfrenta a nuestros límites, y a la vez, a la gratuidad de saber recibir sin merecer, ¡eso es grande! Un abrazo
ResponderEliminar