Cuando el amor se hace gesto es porque hemos logrado acercarnos a la humanidad. Lo demás es palabrería, teoría, o pura ideología. Pero abajarse de todos nuestros pedestales, aligerar tanto maquillaje, y mostrar los más profundo de cada uno de nosotros, nos puede permitir hacer esos gestos que humanizan las relaciones, acercan a las personas y alivian las heridas.
Hoy una invitación fraterna, universal, que no necesita traducción. Una invitación hacer esos gestos que nos hagan "agacharnos" y doblar el espinazo. Esos gestos de servicio, de cuidado, de atención, de respeto, de valoración, de acogida, de compartir mesa, piso o afecto, ¡quién sabe! Gestos que hablen sin decir nada, que el amor siempre vence, que tiene la última palabra, aunque nos cueste sudor y lágrimas. Éstos días nos recuerdan que tenemos de Quien aprender, que los hay quienes caminan delante de nosotros, ¡no estamos solos en este empeño!
La alternativa a esto es pobre, caminar erguidos, estirados, con la mirada al frente, solo preocupados en conseguir nuestros objetivos, sin preocuparnos de quienes quedan al borde del camino. Es una opción que nos conduce a la mediocridad de quienes solo se centran en sí mismos y sus intereses. Al final solo logran hacerse aparentemente felices así mismos, ¡bien poca cosa!
Ahora bien, si logras arrancar una sonrisa a quien no lo espera, si consigues levantar el ánimo de quienes las horas le parecen interminables en una cama de hospital, si compartes tu mesa con el inmigrante que lleva horas agotadoras al pie de tu supermercado, si ... Experimentarás un gozo inexplicable, que llamamos amor fraterno, y que sabe todos los idiomas. ¡Feliz noche y gracias!
No hay comentarios:
Publicar un comentario