sábado, 6 de julio de 2013

AHORA TOCA DESPOJARNOS...

Cuando estos días de Capítulo (reunión) diseñabamos las líneas maestras para nuestro Proyecto de Familia Menesina, pensando en los jóvenes y grupos de educadores (hermanos y laicos), me surgía en mi interior la urgencia de iniciar una experiencia de despojarnos de palabra huecas, propuestas olvidadas y opciones poco arriesgadas.
He ido renovando la convicción de la urgencia de desaprender, toda una oportunidad, que a decir verdad no nos resultará  nada fácil, y más a quienes pensamos que ya lo sabemos todo. Reconocer que lo que sabemos hacer, no sirve, no vale,... Toda una lección de apertura a la vida y salir de nuestras seguridades, de nuestra zona de confort... Y regalar a la vida una mirada generosa, dispuesta a aprender de lo que le viene dado  de forma inesperada. Una llamada a dejar los viejos esquemas y apuntes, y abrir la puerta a la novedad, sin miedo a los cambios y confiados... En estos días de Capítulo he sido testigo de nuestras propias resistencias y recelos ante la novedad y los cambios,  y a la vez, también de los resortes que un grupo humano y fraterno tiene para combatir los miedos: el buen humor, los lazos, la rigurosidad en el trabajo, la comunicación franca y directa, la escucha atenta, un profundo respeto y una oración compartida... ¡Toda una experiencia  de fraternidad!
Pero, ¿de dónde nos viene la novedad?... No lo dudemos, de los propios jóvenes,... Son ellos, quienes hace tiempo dejaron de ser meros destinatarios y consumidores de nuestras propuestas, que por muy bien diseñadas que estén no son suficientes y no responden a lo que necesitan... Ellos son los  protagonistas, en cada uno de ellos ya está Dios, no hay que convencerles de nada, ni llenarles de nada,  ni adoctrinarles  nada... 
Nos tenemos que despojar de montajes, y diseños elaborados... y aprender de ellos, caminar a su paso, acompañarles a su lado, sin querer ir por delante, descubriendo que ellos también tienen mucho que decir y ofrecer...Y entonces, aprender. Todo con ellos, nada sin ellos... Pone sobre la mesa el reto de aprender a trabajar con ellos y hacerlos auténticos protagonistas de su historia de fe.
Toda una experiencia de recomenzar y de incorporar nuevas estrategias de aprendizaje donde la experiencia de cada uno se convierte en libro clave, ese libro de la vida, donde podemos rastrear esa presencia de Dios, ese libro siempre inacabado y donde cada protagonista puede dejar su huella, que debemos saber acoger e interpretar.
Nos toca despojarnos de formalismos, normas, clichés, y aprender de los jóvenes de  su espontaneidad y capacidad de improvisación, sin dudar de su sinceridad. Aprender de su deseo de disfrutar de la vida y compartir pasiones... Nos toca dejarnos acompañar también por ellos, y construir con ellos otros caminos para descubrir a Dios.
¿Y que podemos aportar nosotros? Ganas, ¡sí!, ganas de aprender con ellos, de compartir sus pasiones, a caminar acompasados y crear espacios autéticamente fraternos, ganas de hacer de nuestras comunidades, las suyas, espacios de encuentro, que nos permitan descubrir juntos a ese Dios que nos habita y que no juega al escondite, sencillamente ya está en cada uno de nosotros...
Al finalizar esta experiencia del Capítulo, me queda una convicción y un agradecimiento, que quisiera compartir con vosotros. La convicción  de un Dios que ya está en cada niño y joven,  y en toda nuestra Familia Menesiana: educadores (laicos y hermanos) , catequistas, familias,... Y un agradecimiento a los jóvenes con los que compartido vida, que me hacen descubrirme cada día hermano, sencillamente hermano menesiano. Ahora toca despojarnos, ¡gracias!

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