
1.Que debemos colocarnos inexcusablemente al lado de las víctimas y empoderarlas: Devolverles esa dignidad robada a golpes e insultos y rehacer sus historias de amor, que logren disfrutar de esa hermosa relación de amar y dejarse amar, sanando su autoestima y acompañando esa recuperación y que sepan que no están solas. ¡Nunca miremos a otro lado y denunciemos!
2. ¿Quién enseña a amar?¿Cómo?... Los educadores tenemos un gran compromiso. Hemos de aportar nuestro grano de arena en esta gran cadena de humanización. Hemos de trabajar duramente en hacer de nuestros alumnos inteligentes emocionales, capaces de gestionar sus emociones y las ajenas. Hemos de capacitar a nuestros alumnos en la tolerancia a la frustración y fracaso, a la aceptación de los límites y propias fragilidades, a la expresión de los propios sentimientos sin necesidad de herir ...
La escuela debe posibilitar y crear espacios donde sus alumnos puedan entrenar sus habilidades sociales ante el conflicto, y así descubrir que pueden ser asertivos en la respuesta a sus necesidades.
Hemos de comprometernos y dejar que la vida entre en la escuela, que ayudemos a pensar, a buscar las preguntas adecuadas y despertar el interés más allá de lo estrictamente académico... Estamos llamados a educar, a sacar lo mejor de cada uno. Enseñemos a amar.
La lucha contra la violencia es cosa de todos, y se gana con pequeñas batallas, con iniciativas atrevidas, pero sobretodo, evitando mirar de lado al problema...
Un recuerdo y apoyo afectuoso a quienes sufren o han sufrido el maltrato. Un grito, ¡denunciemos!, y una urgencia, aprendamos a estar cerca, a acompañar a quienes lo sufren y puedan descubrir inequívocamente, que no están solas. Gracias
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