viernes, 20 de febrero de 2015

¡VOLVAMOS A LA ESENCIA!

Estamos embotados de tantos mensajes, noticias, imágenes, anuncios,... que nos resulta difícil poner orden y concierto, priorizar, aclararnos y hacer consciente que nos mueve y anima cada día. Es fácil percibir la rutina adueñándose de nuestro día a día, robándonos la ilusión, la pasión por las pequeñas cosas, que dan sentido a nuestra vida.
Este tiempo de cuaresma es una oportunidad para recuperar la esencia, y salir de esa rutina que ahoga nuestra existencia.
¿Dónde está lo esencial? La persona de Jesús. Su persona, su mensaje y su proyecto humanizador, son la clave para ese cambio profundo en cada uno, en nuestras comunidades cristianas y en una sociedad que pide a gritos una Iglesia capaz de visibilizar ese compromiso humanizador de Jesús.
Un tiempo para recuperar la fuerza del mensaje y propuesta de Jesús, que en palabras y gestos inequívocos, son propuestas en el Evangelio. Un tiempo para dejarnos sorprender por tres claves del Evangelio que puede ayudar a volver a Jesús con más pasión.
1. Las relaciones: Caer en la cuenta con quien se relacionaba Jesús, su estilo de cercanía y projimidad, con quien compartía la mesa, a quien se acercaba y tocaba, la ternura con la que se dirigía a los mas olvidados, la escucha atenta, el acompañamiento por los caminos de Galilea,... Nos recuerdan, que es en estos encuentros donde se hace realidad el proyecto humanizador de Jesús.
En nuestras relaciones está la clave. A quien aceptamos, y a quien dejamos fuera, marcan la diferencia. Nuestra forma de relacionarnos, de tratar a nuestros semejantes, son la oportunidad de cada persona se descubra valorada, querida, y que su vida nos importa. Y es ahí, donde cada uno despierta a una nueva conciencia de sí mismo, más digno, más humano, y se acerca cada vez más a descubrirse un poco más hermano... Con nuestras relaciones podemos hacer brillar la vida de nuestros semejantes  he impulsar un proyecto donde hacemos realidad el bien común. Y esto está, en pequeña escala, a nuestro alcance. Basta dejar iluminar nuestras relaciones, a la luz de las que mantuvo Jesús.
2. La compasión: Esa capacidad de padecer con otros, no solo de conocer, sino de acercarnos y acompañar el sufrimiento  y dificultades de quienes están a nuestro lado. De hacernos cargo de su realidad y disponernos a acogerla, sin juzgarla, ni maltratarla. Ahorándonos los consejos fáciles y los sermones interminables, y ofreciendo solo nuestra presencia, nuestro tiempo, todo aquello que pudiera aliviar su sufrimiento. Pues en Jesús descubrimos, que Dios no escatimó en medios. Lo dió todo, hasta el extremo.
3. La misericordia. Es tiempo de sabernos amados, incondicionalmente amados. Si algo mostró Jesús, fue ese amor esférico, que quiere por todas partes, por la parte bonita y por nuestra parte oscura donde las heridas, el rencor, y la ambición de poder campas a sus anchas... Dios solo sabe querer, y en Jesús, descubrimos esos gestos, esas miradas, que nos animan a hacerlos de nuevo presentes, como ese compromiso humanizador alternativo a tanto hastío y desánimo.
Tiempo de volver a Jesús, de recuperar sus gestos y palabras,  y dejarnos impulsar por ellas en nuestra vida cotidiana, en nuestras comunidades. Tiempo de cambiar nuestros modos de vida. Gracias

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