lunes, 2 de marzo de 2015

TENEMOS DE QUIEN APRENDER...

Podemos no hacerlo, pero si queremos está a nuestro alcance. Una invitación ha estimular y hacer crecer nuestra dimensión compasiva, como una forma de acercarnos al mundo, a los demás, a uno mismo. Cuatro pistas que no tienen desperdicio, que nos pueden ayudar a vivir con más humanidad nuestras relaciones, al estilo de un tal Jesús de Nazaret.
1. No juzgues. Tiene dos grandes beneficios. El primero, que empezarás a ver lo positivo de la otra persona, a entender a la persona más allá se su propia fragilidad, no necesitando ni señalar, ni humillar, ni hacerte fuerte a costa de su debilidad ... El  segundo beneficio, es que la otra persona no necesitará ponerse a la defensiva, por los que es mucho más fácil el encuentro, la cercanía, despertando el deseo de conocer al otro.
Juzgar aporta muy poco a las relaciones humanas, y aunque lo sabemos por experiencia propia, extrañamente transitamos este camino más de la cuenta. 
2. No condenes. No se trata de que las cosas nos de igual, y enarbolar la bandera del relativismo, ¡todo vale! Se trata más bien recordarnos que nadie tiene en posesión la verdad, que la razón no basta, y no lo explica todo. Quizá debiéramos recordarnos que la realidad es compleja, que trigo y cizaña crecen juntos, y que es más importante reconocer que la verdad se configura en diálogo y escucha profunda, acogiendo las heridas, los fracasos, los miedos, y también aciertos y luces que nos acompañan cada día.
La condena no acerca posturas, nos genera esa projimidad, que nos ayuda a ponernos en sus zapatos, nos flexibiliza la mirada al mundo, a quienes comparten camino con nosotros.
3. Perdona. Porque tu mierda no huele mejor que la mía (¡perdona la expresión!). Tu propia fragilidad y contradicción, te recuerda cada día la necesidad que tenemos todos de ser mirados con condescendencia. Todos en algún momento de nuestra vida hemos experimentado el gozo y la profunda alegría de se tratados más allá de nuestros fallos. Perdonar es un gesto profundamente liberador, que nos dignifica, y nos ofrece la oportunidad de asumir la responsabilidad de nuestros actos más mezquinos, buscando la mejor forma de restituir el daño causado.
4. Da. Acumular nos aisla, nos insensibiliza hacia el sufrimiento ajeno y aumenta seriamente la probabilidad de  injusticias. Quien comparte y es capaz de ofrecer lo mejor de si, establece una cadena de humanizadora, que potencia nuestras relaciones, y hace visible que otra forma de estar en el mundo es posible.
Así nos vamos haciendo más compasivos, al estilo de Jesús, en gestos y palabras que apuestan en estas cuatro claves. Han sido muchos, quienes en la historia han ido y va por delante de nosotros por este sendero tan estrecho de la compasión. Creyentes y no creyentes, hombres y mujeres de bien, que comparten la pasión de Dios por el ser humano. Gracias.

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