Al despertar cada día, con las cosas más sencillas de cada mañana, nacen constantes ocasiones de amor, e infinidad de oportunidades de descubrir ese amor en mil detalles.
Ayer, hoy y mañana es Pascua. Esa luz interior que nos impulsa a mirar, hablar y actuar de otra manera, recordándonos:
que la vida puede más que la muerte,
que el perdón más que el rencor,
y la Paz más que el miedo.
Pues cada día se nos regala la certeza de un amor seguro, que hace que nuestras penas pesen menos, nuestros obstáculos sean más pequeños, y nuestros ánimos más grandes. Es en lo cotidiano donde somos impulsados a reconocer todo aquello que nos hable de Dios, y descubrir su presencia discreta en el pan nuestro de cada día.
En nuestro tiempo entregado, en nuestros esfuerzos mantenidos, en nuestros desvelos compartidos, en nuestras alegrías inesperadas,... En todo ello, se deja traslucir, como en un reguero de gestos, ese amor que nos acompaña y nos habita. Ahí está Dios. Amar, nos ayuda a ver de otra manera, a intuir su presencia, a confiar en su amor primero.
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