viernes, 9 de septiembre de 2016

SUFRIMOS DE INCONTINENCIA...

Nos resulta muy fácil hablar mal de quien no está presente, incluso si es un amigo, familiar o compañero. Alimentado y estimulado por los innumerables programas de cotilleo, parece que estamos dotados de un láser especial para detectar defecto y errores que aireamos sin discreción alguna, y en ocasiones los utilizamos como armas arrojadizas.
Es curioso, que a la vez, vamos desarrollando una intolerancia seria a la autocrítica y a la crítica constructiva de unos padres preocupados o unos amigos sinceros (que pronto dejan de serlo).
¡Qué fácil  ver la paja en ojo ajeno y no ver la viga que llevamos encima!, nos recuerda el evangelio de hoy. 
Necesitamos un mayor nivel de autoconocimiento personal, ser capaces de dedicarnos más tiempo, prestar más atención a nuestro interior. Un camino para aprender a mirar con más amabilidad nuestras debilidades y errores. La experiencia de la misericordia nos permite adquirir una nueva visión de nosotros mismos y de los demás más condescendiente y gratuita.
Esta misericordia es el mejor antídoto a la verborrea criticona de los cotilleos y a la incapacidad de esa sana autocrítica. No somos perfectos, ¡lo siento!. Cometemos errores, y en ocasiones graves. 
Cuando los reconocemos y los aceptamos se nos abren las puertas de la responsabilidad, que nos descubre las consecuencias;la del autoconocimiento que nos hace descubrir nuestros límites; y la del perdón de quienes hacemos sufrir, en ocasiones sin querer. 

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