Que fácil es levantar muros, poner cercas, marcar distancias... y mirar a otro lado. Nuestra condición humana nos pide otra cosa. Hay un grito al que no podemos hacer oídos sordos, hay miles de vidas de las que todos somos responsables, pues a los ojos del buen Dios, son hermanos nuestros.
Estamos llamados a ser luz en medio de la oscuridad de la indiferencia y el olvido. Estamos urgidos, al estilo de Jesús de Nazaret, a salir a encuentro y acoger a los desposeídos, a los ninguneados.
Demostremos con nuestros gestos, con nuestras palabras, que las cosas pueden ser distintas. ¡Animo!
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